Carocas futboleras

2) 66-67 La de El Alcázar pero en otro sitio
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Caroca de 1967. Miguel, Flores, Lara, Ñito y Santos aparecen sentados a una mesa para dar cuenta de una enorme aceituna. En la quintilla se lee: «Si de plato fuerte hay ganas / en la afición futbolera, / una indigestión le espera / de aceitunas sevillanas / con “hueso” clase primera».

Para los caricaturizados la liga finalizó hace un mes y en esos momentos andan disputando la Copa del Generalísimo, en la que se han deshecho del Mestalla en XVI y del Sabadell en VIII, en sendas eliminatorias que necesitaron de un tercer partido de desempate en campo neutral, y en el momento en que la caroca se exhibe en Bib-Rambla en este Corpus prematuro que ha empezado a finales de mayo, están en vísperas de enfrentarse en IV al Elche, con el partido de ida en Los Cármenes en menos de una semana.

Pero la preocupación fundamental que sin duda debe ocupar el pensamiento de los caricaturizados es la de la promoción en la que se ha visto el Granada inmerso al finalizar la liga en el puesto 14º o tercero por la cola, y que tiene todavía pendiente como última baza para intentar conservar la máxima categoría, que habrá de jugarse a ida y vuelta una vez caiga eliminado en el trofeo del KO. El rival, que espera descansado, es el Betis, subcampeón del grupo II de segunda, un auténtico hueso, como reza la quintilla.

El Betis, efectivamente, resultó un hueso, pero no lo fue menos el Elche en la copa. El partido de Los Cármenes terminó en empate a uno y el gol forastero se lo hicieron a Rafa Almagro, portero improvisado en tiempos en que no se permitían los cambios, por expulsión de Ñito junto con el delantero ilicitano Vavá, que se agredieron mutuamente y fueron sancionados con dos partidos. Quizás la ausencia del gran Ñito fue decisiva para que en la vuelta recibieran los rojiblancos un escardón de 5-0 y con él la eliminación de la Copa del Generalísimo. Aunque, por otra parte, seguramente esa ausencia forzada del guardameta fue también muy importante para que el seleccionador Balmanya se acordara de él y lo incluyera en el combinado no oficial que en homenaje al malogrado futbolista Miguel Martínez se enfrentó al At. Madrid en el Manzanares el 14 de junio, partido en el que Ñito jugó toda la segunda parte en sustitución de Iríbar; ganó la selección 2-0, ambos tantos conseguidos por el otro “púgil”, Vavá.

Al quedar eliminados en la copa llegó irremisiblemente la hora de la verdad, la promoción a cara de perro frente a un Betis lanzado y que contaba en sus filas con tres futuros internacionales. Y esa verdad fue que casi no hubo color: el Betis fue muy superior y venció en los dos partidos (2-0 en Sevilla y 0-1 en Los Cármenes), y así terminó la etapa más corta de todas las estancias primerdivisionistas de nuestro equipo, limitada a esta única temporada 66-67. Miranda en mayo del año anterior pergeñó en una de sus caricaturas en Ideal aquello de que habíamos bajado la Cuesta de la Reina en segunda pero la subíamos en primera, famoso chiste con el que se festejaba el ascenso a Primera conseguido al ganar la promoción al Málaga en la Rosaleda.

Algo más de un año después concluía, también en promoción, la aventura en máxima categoría, y lo hacía en una fecha que años después volverá a tener un significado crucial en la historia de los colores rojiblancos: un 25-J. Porque en la historia granadinista hay hasta cuatro veinticincojotas, dos malos, pero otros dos buenos: el primero de los malos es éste, el 25 de junio de 1967, Granada 0 Betis 1 y descenso a segunda; el otro malo es el de 2000, con el murcianazo; a cambio, el primero de los buenos es el de 1989, Marbella 2 Granada 5, con alguna “cosita” muradiana y la salvación in extremis de la categoría de 2ª B; y el otro es de 2006, con el Granada 3 Guadalajara 0 y fin de los cuatro años en 3ª.

Al día siguiente de que el diario Ideal diera a conocer alguna de las carocas del Corpus 1967, el 25 de mayo, en la sección de deportes aparece la crónica de un partido amistoso disputado en Barcelona entre el Barça y el Peñarol de Montevideo, de gira por España e Italia. Ganaron los uruguayos 0-2 con un segundo gol conseguido por el 11 de los aurinegros: Vicente. Es Vicente González, uno de los fichajes del Granada para su reencuentro con la máxima categoría en el verano de 1966, que había sido traspasado al Peñarol por José Bailón apenas dos meses atrás, a principios de abril.

Sólo una semana transcurrirá entre el amistoso de Barcelona y la noticia de que el canario sabio vuelve al Granada. En aquellos años ya se habían producido algunas “fugas de cerebros” hacia otros países, como las salidas al fútbol italiano de Luis Suárez, Peiró y Del Sol, y esto dio lugar a que se dictase un decreto prohibiendo la importación de futbolistas seleccionables. La aplicación de este decreto fue la causa de que la Federación acabara no admitiendo el traspaso de Vicente al Peñarol y obligando a deshacer la operación. Vicente volvió y aún tuvo tiempo de intervenir con el 7 a la espalda en el partido frente al Betis de Los Cármenes. Vicente nunca llegó a vestir la roja, aunque lo mereció sobradamente, pero, gracias a esa norma, los granadinistas pudimos disfrutar del excelente juego del canario seis temporadas más, quedando para la historia como uno de los mejores futbolistas (si no el mejor) que por aquí pasaron en cualquier época.

Esta otra caroca, exhibida en Bib-Rambla a la vez que la anterior, recrea un incidente acaecido lejos de Granada, pero con protagonismo de un paisano. Se refiere la caricatura a lo ocurrido en el Bernabéu a primeros de marzo, partido de vuelta (1-0 en la ida) de IV de Copa de Europa entre el Real Madrid Yeyé, el vigente campeón, y el Inter de Milán de HH. Como se aprecia, el espontáneo, que se llama José Giménez Ruiz, de 20 años y natural de Albondón, no es un streaker y lleva toda su ropa encima además de -seguramente- una buena tajada de vinillo costa, y porta una capa torera con la que intenta dar algún capotazo al de negro, el suizo Dients, sin que éste se arranque. A esas alturas de partido ya poco quedaba que hacer a los merengues, que eran claramente superados y perdían 0-2, y el desánimo cundía entre sus fieles al ver que no habría renovación del título, de manera que la salida de pata de banco del albondonero no tuvo una mala acogida, al contrario, fue motivo de jolgorio entre la parroquia, algo mosca con la actuación del referí. En Internet está íntegro este partido y se puede ver en toda su amplitud el incidente, ocurrido en el círculo central a los 20 minutos de la segunda parte, así como la inmediata invasión del terreno por decenas de fotógrafos sacando primeros planos del espontáneo.

También se constata que a partir de ese momento sube varios grados el clima de la grada, que se puebla de pañuelos blancos, una costumbre hoy en desuso pero que en aquellos años se empleaba en el fútbol tanto para protestar (en este caso ante la detención del paisano) como para celebrar una buena jugada o un gran gol. La ocurrencia de Giménez sirvió para despertar momentáneamente a un público apagado y resignado a la eliminación, y así en los siguientes minutos del partido se generalizó en el Bernabéu un coro festivo, perfectamente audible, con el grito de ¡otro toro, otro toro!

A un granadino no hace falta explicarle qué cosa son las carocas, que el diccionario define como «Decoración de lienzos y bastidores que ofrece pintadas escenas graciosas, picarescas o epigramáticas, con que, para regocijo público en determinadas solemnidades, se adornan ciertas calles o plazas, o que en algún tiempo ostentaron los teatros ambulantes, sobre todo en fiestas del Corpus».

En un principio fueron cuadros religiosos de carácter eucarístico, convirtiéndose en el XIX en cuadros burlescos, tal como son en la actualidad. La Dictadura de Primo de Rivera las prohibió, pero volvieron con la “Dictablanda” y permanecieron todos los años de la República. Después de la Guerra Civil y hasta los cincuenta no hubo carocas cada Corpus porque, tal como escribió “Z” en Ideal: «…cuando advino la desdichada segunda República, se convirtieron [las carocas] en algo así como ganchos de trapero o azadones para revolver pozos negros. Todo lo sucio, todo lo feo, todo lo innoble, todo lo nauseabundo que podía encontrarse en los últimos estratos sociales de la ciudad salía a relucir allí, nada menos que junto al altar monumental elevado para mayor gloria del Santísimo Sacramento. Por eso, las personas de integridad moral y de buen gusto que gobernaron a Granada desde nuestro glorioso Alzamiento abolieron la costumbre…».

Pero una vez marchado Gallego Burín del sillón de la Plaza del Carmen, con Ossorio Morales de alcalde, en 1952 volvieron a Bib-Rambla sin que desde entonces hayan faltado cada Corpus. En ese año 1952 los artistas Antonio López Sancho, Manuel Maldonado y Manuel Parrizas fueron los encargados de confeccionar las veinte carocas. Unos días antes eran entrevistados por Ideal y manifestaban que de todas las dibujadas, esperaban que a nadie dejara indiferente la dedicada al llamado “tren de la malafollá” (de la malasombra, decían, que lo otro sonaba muy mal en aquellos años), una caroca en la que aparecerían caricaturizados como viajeros rumbo a Madrid los más señalados paisanos aquejados de ese mal tan genuinamente penibético, y añadían que no podían dar nombres, que todo se vería una vez plantadas las carocas en la plaza.

La publicación de ese reportaje produjo el efecto de que circularan mil versiones acerca de quiénes serían los caroquizados, y alguno, aplicándose el barro antes de que le picara el tabarro, ante la seguridad de verse en el tren de marras no reaccionó precisamente de buenas maneras. Por esa razón los autores se volvieron atrás y decidieron dejar en el almacén la caroca que presuntamente iba a ser la estrella. En su lugar improvisaron a última hora otra en la que se veía a los tres artistas autocaricaturizados y de fondo un tren desvencijado y roto, y debajo la siguiente quintilla: «Surgió un nuevo inconveniente; / ¡adiós nuestras ilusiones! / Que la Renfe, insuficiente, / no dispone de vagones / para meter tanta gente».







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