A mucho vino poco tino

1) Granada CF 76-77
Una formación del Granada 76-77. De pie: López, Édison, Casuco, Grande, Falito y Fernández. Agachados: Lorenzo, Benítez, Parits, Angulo y Orihuela
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Imagen sin precedentes (ni consecuentes) en el fútbol español profesional fue la que se pudo contemplar en Los Cármenes la tarde del Domingo de Resurrección 10 de abril de 1977. Una anécdota sin parangón que mereció una caroca del Corpus de aquel mismo año.

La temporada 1976-77 se estrenó con optimismo a pesar de que para el Granada suponía reencontrarse con la segunda categoría después de ocho años consecutivos en Primera, su estancia más prolongada entre los grandes. Una gran actuación en el Trofeo Granada, en agosto, por primera vez triangular, con goleada 4-1 sobre el Peñarol (aunque previamente se perdió con el San Lorenzo de Almagro), dio pie para que se pensara que recuperar la primera no sería demasiado difícil teniendo en cuenta además que del equipo titular de la temporada anterior sólo Castellanos era baja (pronto le seguiría Megido). Pero de eso nada. A muy poco de empezar la liga, en la jornada cinco, ya ocupábamos puestos de descenso, y al finalizar la primera vuelta el farolillo rojo tenía un claro propietario: el Granada, con -6 en su casillero y descolgado. «Piedra dura te dicen tus rivales…», rezaba uno de los versos de un nuevo himno rojiblanco (el tercero de la historia) que se estrenó durante el trofeo veraniego pero no prosperó y hoy está olvidado. Desde luego, algo de piedra dura tenía aquel Granada de Héctor Núñez, pero era más bien por su parecido al Pedrusco FC de los tebeos y sus desgracias, y el fantasma de un nuevo descenso, ahora a la 2ª B, que se crearía la temporada siguiente, amenazó a nuestro equipo más de la mitad del calendario.

Los malos resultados trajeron grandes broncas hacia el palco y también, en octubre, la dimisión de Candi, sustituido en la presidencia por Salvador Muñoz. Después, en la jornada 15, a principios de diciembre, el míster Héctor Núñez fue despedido. Con la interinidad en tres partidos de Errazquin, entrenador del Recreativo, la vacante en el banquillo fue ocupada por Vavá, aunque sonaron como posibles los argentinos Néstor Rossi y Osvaldo Zubeldia. El brasileño Vavá supo dar otro aire distinto al equipo y poco a poco se fueron encadenando resultados positivos hasta dejar a cero la cuenta de negativos y salir de los puestos de descenso ya bien avanzada la segunda vuelta.

Así llegamos a la jornada 31 (de 38), domingo 10 de abril. El Granada en día del club recibía en Los Cármenes al Cádiz, uno de los gallitos de la segunda, que marchaba el tercero y acabaría ascendiendo a primera. Los de amarillo se impusieron por un único gol (en fuera de juego) y otra vez volvieron los negativos, pero lo más reseñable de la tarde ocurrió nada más pitar el árbitro Carreño el final del partido. Así lo cuenta Ideal en un largo pie de foto en la que se ve a un tipo en cuclillas sobre el césped de Los Cármenes, cercano a la grada de general: «Ésta es una fotografía que podría dar la vuelta al mundo, como ejemplo de lo que no se debe hacer en un campo de fútbol. Ningún granadino se rasgó las vestiduras por la derrota de su equipo frente al Cádiz, el domingo en Los Cármenes, pero Antonio Hernández Serrano, natural de Gor (Granada) y residente en Barcelona, sí se bajó las suyas, indignado por lo que él estimó ridículo de su equipo. Antonio Hernández, que fue al fútbol invitado por unos amigos, debió beber demasiado antes de ir a Los Cármenes y con el sol, que calentó lo suyo, sintió ganas de hacer una necesidad y no reparó que todavía quedaba gente en el graderío, que se sintió molesta por la inesperada exhibición de posaderas. Total, que el de Gor fue detenido por la Policía y pasó a disposición judicial por su actitud obscena».

Caroca del Corpus 1977

Caroca del Corpus 1977

El partido frente al Cádiz registró una gran entrada, con varios cientos de hinchas amarillos en las gradas. Empezó como una fiesta, con presencia del Diamante Rubio y desfile por el verde con pancartas de una charanga de la Peña Granadinista de Sabadell, a la que unos meses antes la directiva de Salvador Muñoz había distinguido con la insignia de oro y brillantes del club y una invitación para desplazarse a Granada y asistir a un partido.

Al señalar el árbitro el final fue cuando ocurrió la anécdota coprológica a que se refería Ideal y que ilustró una de las carocas del Corpus 1977. El goreño Hernández, emigrado a Cataluña como otros miles de paisanos, había venido con la peña sabadellense y (con su lobazo encima) contagiado por el mal ambiente final y acuciado por los retortijones que seguramente le producirían los muchos caldos trasegados, aprovechando que todavía no se habían instalado vallas en los campos españoles, que se estrenarían a la temporada siguiente, no tuvo mayor dificultad para acceder al césped y deponer su protesta (y también lo otro) de la forma en que lo hizo, dejando para la galería de lo insólito-escatológico una imagen, posiblemente única en el mundo del fútbol, por la que esa noche conoció los calabozos de la comisaría de la Plaza de los Lobos.

El juego del Granada frente al Cádiz no fue malo, según refieren las crónicas, pero enfrente tuvo a un rival lanzado hacia el ascenso que no dio opciones y encima se vio ayudado por un error arbitral. Así, lo que había empezado como una fiesta fue poco a poco degenerando en bronca hacia los futbolistas. Ya nadie hacía caso al Diamante Rubio en sus idas y venidas para intentar enardecer a la torcida y en lugar de gritos de ánimo lo que salía de las gradas era música de viento. Parecía que una vez abandonada la zona de peligro y limpiada la cuenta de negativos había vuelto la identificación de la afición con su equipo, que otra vez llenaba Los Cármenes, pero bastó un mal resultado para que volviera lo que fue más característico en esta mala temporada: los pitos hacia el palco, el banquillo y los jugadores, y las gradas cada vez más despobladas. En las jornadas que quedaban para terminar la liga ya no aumentó el Granada los negativos y acabó en la 10ª posición de la tabla, jugando los últimos partidos casi en familia.

La víspera del Granada-Cádiz (ya en la crónica ciudadana) fue esa fecha clave en la primera Transición que se conoce como Sábado Santo Rojo, el día en que el Partido Comunista de España quedó legalizado provocando la dimisión de algún ministro del Búnker, cosa que ocurría casi simultáneamente a la retirada del gran emblema de madera con el yugo y las flechas de la fachada principal del número 44 de la calle Alcalá en Madrid, sede nacional del recién declarado extinto Movimiento. En Granada, donde el partido comunista tenía unos dos mil afiliados repartidos por toda la provincia, la salida de la clandestinidad de la organización política que fue la bestia negra del Régimen apenas tuvo repercusión y casi se limitó exclusivamente a que en el balcón de la sede del PCE granadino, en la calle Mesones, se colgó la bandera roja del partido con su sus correspondientes hoz y martillo.

Sin que guarde relación alguna con el anterior comentario, una hoz y un martillo fue precisamente lo que se encontraron, cuando se disponían a salir a las calles granadinas, los miembros de la cofradía de la Santa Cena, pintados con spray en los faldones de terciopelo de su carroza a ruedas sobre la que desfilaba el primer paso. Alguien el día anterior, en la misma iglesia de Santo Domingo, gastó esa “broma” que obligó a que el desfile se realizara con los faldones remangados.

Aquella de 1977 fue una Semana Santa atípica, con nada más que dos o tres procesiones diarias porque las cofradías y la misma celebración andaban por entonces de capa caída. Tanta atipicidad que el Cristo de los Gitanos, en lugar de subir al Monte, como cada año, hizo el recorrido al revés, saliendo con la luz de la tarde de la Abadía para bajar y quedarse en la iglesia de las Descalzas. Además, los costaleros de por entonces eran todos de pago y muchas veces sucedía que en mitad del recorrido abandonaban los pasos y se negaban a seguir si no se les pagaba mucho más de la cantidad que se había acordado al ser contratados. No existían, como ahora, los costaleros por vocación, que empezarán a partir de la Semana Santa siguiente y son los que en definitiva salvarán la celebración y le darán el auge con que cuenta en la actualidad.

En Granada acabábamos de estrenar el UHF y ya contábamos con dos canales de TV. En el horizonte cercano se vislumbraban las primeras elecciones a Cortes desde 1936.

Recorte de Ideal con un momento del partido Granada-Cádiz. En segundo término, el granadino Barrachina







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