Necesitamos ternura y afecto porque ayudan a vivir

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Si algo da sentido a la vida, ése es, sin duda, la ternura que recibimos, con la que se nos trata. También el afecto. Dos palabras que unidas son maravillosas para las personas que lo reciben.

La “ternura” es la clave para entender mejor a las personas que necesitan cuidado. Gracias a la ternura, las relaciones afectivas crean las raíces del vínculo, del respeto, de la consideración y del verdadero amor. Cuidar con ternura es un valor añadido de la atención. Y es que la ternura es definida como un sentimiento ante las personas, que se consideran merecedoras de un amor o un cariño puro y gratuito, por su dulzura o delicadeza. Y además es necesario saber que la ternura es fuerte y firme, porque se muestra sin barreras, sin miedo.

Hay instantes los que al parecer quedan grabados en la memoria gracias a la luz de la ternura como palabras de gratitud, caricias, miradas, un adiós, un reencuentro, un gracias, un perdón, un te quiero. La ternura hace fuerte el amor y enciende la chispa de la alegría en la adversidad. La ternura m, además implica confianza y seguridad en uno mismo. Y se manifiesta en pequeños detalles: la escucha atenta, el gesto amable, la demostración de interés por el otro. La ternura expresa además la calidad de una relación, al ser muchas veces, la mayoría, sin contrapartidas.

La ternura es una atención preciosa que ayuda a la curación. Y la ternura pasa del corazón a las manos y pasa por un `tocar´ el cuerpo y las heridas basado siempre en el respeto. Y era Oscar Wilde que decía que en el arte como en el amor es la ternura lo que da la fuerza.

La ternura y también el afecto son elementos clave en el cruce de caminos de miles de relaciones que requieren atención, experiencia y confort. Y es precisamente en esta síntesis de habilidades técnicas y sensibilidad humana donde se manifiesta plenamente el valor y el carácter precioso del trabajo de una persona, en la ternura y en la profesionalidad.

Al cuidar a mujeres y hombres, niños y ancianos, en todas las etapas de su vida, desde el nacimiento hasta la muerte, las personas utilizan la escucha continua, encaminada a comprender cuáles son las necesidades de ese persona que necesita cuidado o que está enferma, siempre con la ternura por delante. Y eso lo hacen las enfermeras: cuidar con ternura. De hecho, frente a la singularidad de cada situación, nunca es suficiente seguir una fórmula, sino que se requiere un continuo esfuerzo de atención a la persona de forma individual y personalizada. Necesitamos de expertos en humanidad, llamados a realizar una tarea irremplazable de humanización en una sociedad distraída, que demasiado a menudo deja en sus márgenes a las personas más débiles, y se interesa solamente de los que valen, dicho ello entre comillas.

Prestar atención al deseo, que a veces no se expresa, o a la espiritualidad, que representa para muchos personas un elemento esencial de sentido y de serenidad de la vida, es muy importante, al igual que también es importante que esté basado en la sensibilidad.

Lo pequeño, lo cotidiano, la sonrisa, la mirada, la mano,.... es mágico. Y es que el sentimiento de ternura es como el vínculo natural de amor que puede darse entre dos personas, que resulta como ese sentimiento de las personas para que una persona pueda brindar al máximo de su esplendor un cuidado con sentido humano. Y es que la alegría y la ternura son muy contagiosas. Luchemos con tenacidad, con respeto y lealtad, con fuerza y, también, con ternura.

Y junto a ello, el afecto. El afecto emocional y físico, es uno de los pilares fundamentales de nuestra vida. Rodearnos de personas que nos aprecian, que nos quieren es un bálsamo para el alma. Dejarnos querer, mimar y achuchar, nos afloja las durezas emocionales que vamos acumulando a lo largo de los años. El problema es que a veces nos cuesta pedir ayuda. Esto dificulta poder recibir el afecto de los demás plenamente.

Podemos decir entonces, que las palabras curan. Curan si las utilizamos para expresar lo importantes que son las personas que están en nuestra vida. Porque las palabras cariñosas aportan identidad a las personas, les dicen lo bueno y valioso que hay en ellas y les motivan a hacer cambios en el resto de cosas. Con palabras de amor y afecto podemos inyectar fortaleza, motivación, valor, coraje y determinación en las personas. No tengamos miedo de ser amables y decir a cada persona lo positivo que hay en ella.

Nadie puede dar aquello que no tiene por dentro, así que para dar palabras cariñosas que realmente nutran el alma de quienes nos rodean, es importante darnos a nosotros esas mismos palabras de amor y afecto cada día y que nos ayuden a levantarnos con ánimo y enfrentar cada adversidad.

El peso de los sentimientos, las emociones o los afectos en nuestra comprensión del prójimo es un tema de nuestra vida, con profundas implicaciones. Y palabras, miradas, posturas,..... CON AFECTO (y con ternura) ayudan a la vida, ayudan a VIVIR.







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