Inútiles que llegan a ser jefes

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Joan Carles March apunta en su nuevo artículo que el 30% de los hombres sobrestiman sus capacidades | Foto: Remitida
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Generalmente tendemos a creer que somos mejores de lo que realmente somos. Y las personas más ineptas se sobrevaloran más, sobrevaloran en general, más sus capacidades. Un estudio encontró que el 30% de los hombres sobrestiman sus capacidades frente al 15% de las mujeres.

Mientras menos uno se conoce, menor es la posibilidad de darse cuenta de las limitaciones que uno tiene. Si además uno tiene un exceso de confianza cree que sabe lo que no sabe y por tanto, las consecuencias de sus acciones pueden ser imprevisibles. Un gran problema añadido es la falta de obstáculos que tienen las personas inútiles para llegar a posiciones de ser jefe.

Es fácil ver cuando alguien es incompetente, a pesar que siempre tiene a los que le halagan y siguen sin rechistar ni criticar. Cuando alguien no funciona en la posición que ocupa por incompetencia termina impactando en la organización y se genera ruido a su alrededor. El incompetente se hace evidente para mucha gente, aunque no toda, lo que conlleva que siga a pesar de su ineptitud.

La consigna de ascender ante todo y todos, con la que se mueve alguna gente, termina promoviendo a jefes a ocupar puestos para los que no están preparados. La ambición es el factor común de todos aquellos que quieran llegar a lo más alto.

El problema está en que muchas de las personas que ambicionan crecer profesionalmente sin pensar en lo que son y lo que saben hacer, pueden llegar al límite de su inutilidad. Es lo que se llama el principio de Peter, que establece que se promueve a los buenos empleados hasta el límite de su incompetencia. El problema de todo ello, es no darse cuenta, o hacerlo muy tarde. O no hacerlo, para que los que le rodean, sigan manteniéndose en el poder.

Ahora bien, la incompetencia puede surgir por querer superar los límites de nuestras propias posibilidades. En ese momento es cuando un jefe corre riesgo de convertirse en un inútil. El problema que nos encontramos en estos casos, es tener jefes que se sienten líderes que no son y que además no ven la realidad que les rodea. Tienen un culto excesivo al ego. Se comparan con los anteriores sin valorar sus errores o su falta de estrategia y van hundiendo la organización en la que están de jefes hasta límites insospechados.

Tener un líder inútil puede generar muchísimos inconvenientes para una organización. El bajo compromiso de los empleados resultante de malos jefes, implica una pérdida de productividad anual muy grande o que las organizaciones se despeguen de la realidad, o que se alejen de su compromiso o que no conozcan cuál es su misión o visión.

Los más competentes, al contrario, demuestran un espíritu más crítico y normalmente más dudas. Es que mientras uno más conoce, mayor claridad se tiene respecto a lo que uno sabe y no sabe. Los líderes que tienen exceso de confianza en sí mismos, son susceptibles de tomar decisiones peligrosas es que son inmunes al feedback negativo. El exceso de confianza afecta tanto a hombres como a mujeres, pero más a los varones.

De los inútiles a los competentes

La competencia es cuán bueno uno es en algo. La confianza es cuán bueno uno cree que es. La competencia es una habilidad, la confianza una creencia sobre esa habilidad. Cuanto mayor el gap entre confianza y competencia, es más probable que la persona sea insoportable, soberbia, egocéntrica e inútil como líder. Es el talento que lidera la confianza.

Cuando los líderes son humildes, los trabajadores emulan su comportamiento, admiten errores, comporten el crédito de los éxitos con el equipo y son más receptivos a las ideas de otros y al feedback. Mientras tanto, los líderes carismáticos tienen más posibilidades de convertirse en psicópatas o narcisistas. El narcicismo es 40% más alto en hombres que en mujeres.

La competencia es más importante que el carisma. Los líderes necesitan pensar más en acompañar al equipo, entenderlo, ponerse en el centro de sus necesidades y tener ideas claras más que inspirar como único objetivo, porque muchos líderes carismáticos inspiran hasta que la gente se da cuenta que detrás de esa inspiración no hay nada.

Los jefes que se acercan a la vocación en sus vidas profesionales, difícilmente lleguen a su límite de incompetencia ya que, lo que hagan, lo harán con pasión y lo disfrutarán. Esta gente es la más preparada para adaptarse a los cambios.

Durante toda la vida nos han enseñado que las grandes decisiones es importante no tomarlas con la cabeza, sino sentirlas con el corazón... En estas decisiones la emoción, la intuición, gana a la razón.

La falta de ilusión en el éxito, en generar nuevos proyectos, en transformar un equipo, en liderar organizaciones, es como un perfume que poco a poco pierde su fragancia. No sabemos por qué, pero cada día en la vida y en el trabajo “las risas producen menos cosquillas” y “las miradas dejan de buscarse con anhelo”. Saber cuándo es hora de que algo termine no siempre es fácil, pero hacerlo a tiempo y de manera adecuada, evita costes emocionales tan innecesarios como dolorosos.

Gobernar con sabiduría y coraje y contribuir a conseguirlo es clave. Se requiere sabiduría práctica para acertar en las medidas oportunas y coraje para aplicarlas. Y tener ideas para no olvidar cómo el entusiasmo y la pasión que nos dan alas, la humildad y el rigor que nos conectan a la tierra, a lo humano, la empatía y la buena comunicación que nos vinculan a los demás y los anhelos, la vocación y la ambición que nos hacen pensar en grande y mirar lejos.

Es la única forma de resistir y persistir. Y más ante los que porque he dicho lo que he dicho Lo digo por ….. Lo digo por personas que hacen o hicieron daño (o me hicieron daño)y realmente generan o generaron sentimientos de dolor.

Contagiemos valores que crean valor.







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