El arte de la guerra

Ucrania.- Las tropas rusas toman el control de la ciudad de Berdyansk, en el sureste de Ucrania
Vehículos militares usados en la invasión rusa a Ucrania | Foto: Archivo GD
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El arte de la guerra es un libro sobre tácticas y estrategias militares, que se atribuye a Sun Tzu, un famoso estratega militar chino, que data aproximadamente del siglo v a.C. Verdad o mentira acerca de su autoría, lo cierto es que ha influido no solo en el pensamiento militar moderno, sino también en las tácticas de negocios utilizadas por las más importantes corporaciones mundiales durante los siguientes siglos. En su libro, Sun Tzu destaca la importancia de los agentes de inteligencia y el espionaje para el esfuerzo bélico, algo en lo que Putin ha demostrado ser un alumno aventajado.

Muchos siglos después, en 1832, un general prusiano de nombre Karl von Clausewitz, escribió otro libro que lleva por título De la Guerra, en el que describe los principios estratégicos en los que se han basado todas las guerras triunfales. Esperemos que Putin no lo haya leído. Según von Clausewitz “La guerra pertenece a la esfera de la competencia empresarial, que es también un conflicto de interés y actividades humanas”.

La guerra ha cambiado drásticamente desde la obra de Clausewitz, pueden aparecer armas nuevas, pero en sí, se sigue basando en dos características inmutables: estrategia y táctica. Y en mi opinión eso tiene un gran paralelismo con la economía. En economía, se puede ser proactivo y anticiparse a los acontecimientos o, reactivo, adoptando una actitud pasiva sin haber previsto lo que podría haber sucedido. Mucho he leído en el último mes sobre la invasión de Ucrania y parece haber consenso entre los entendidos en que la posición de la Unión Europea ha sido la correcta. La guerra es horrible y cruel. Cierto que Europa se está volcando en ayudar al pueblo ucraniano pero, ¿de verdad no lo vieron venir?. Nadie en la inteligencia de la OTAN alertó de lo que podía pasar con Putin en el poder, sobre todo después de lo de Crimea. No lo puedo entender. Putin se convirtió en presidente de Rusia en 1999 y posteriormente en 2012. Tiempo ha tenido la vieja Europa de reducir la dependencia que tiene de las materias primas que importa de aquel país y que ahora no le permiten imponer sanciones más duras.

Desde hace algunos años el cambio en el poder global es patente, con un regreso al nacionalismo en el que países como China o Rusia cobran mayor protagonismo. Y esta vuelta a la geopolítica, a la tensión entre bloques, genera nuevos mapas de poder en los que, hasta el momento, la Unión Europea es la gran perdedora. Es lógico por lo tanto que en este estado de cosas surjan muchos interrogantes acerca del roll que Europa debe jugar en el futuro, de cómo debe actuar como potencia mundial y si el reparto interno debe rehacerse para que países como el nuestro tengan una mayor relevancia en el concierto internacional.

De momento y por desgracia, somos una nación subordinada. España tiene una enorme deuda pública, apenas cuenta con capacidad financiera, ni con fuentes de energía propias, invertimos poco en defensa y nos da igual posicionarnos del lado de Argelia o de Marruecos, según la ocasiónMás vale que empecemos a plantearnos cuál va a ser el futuro de España en el nuevo contexto geopolítico, porque nos jugamos muchísimo.

Mientras tanto, en el mercado doméstico, las batallas se libran en diferentes frentes y, aunque la guerra en Ucrania parece que todo lo tapa (¿alguien se acuerda ya de la pandemia?) los problemas con agricultores, ganaderos y transportistas siguen sin tener una solución. La inflación interanual, la que se calcula comparando el precio de la cesta en un determinado mes con el precio de esa misma cesta el mismo mes del año anterior, se sitúa en el 9,8%. Ojito que hace un año estaba en el 1,3%. Y, por si fuera poco, la Ley Celaá, la que aprueba el nuevo currículo obligatorio de la ESO avanza irremediablemente devaluando la preparación de los jóvenes españoles y acabando con el futuro de una generación que será cada vez menos competitiva. Es un agravio contra la igualdad, no de género, pero sí de esfuerzos.

Desgraciadamente los problemas seguirán una vez terminada la guerra porque una vez más las medidas adoptadas han sido reactivas y no proactivas. Si alguna lección podemos obtener de este artículo, debería ser que, sin duda, la mejor manera de ganar una guerra es no tener que librarla.

Nos vemos en tres semanas, saludos.







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