Amor revolucionario

Con palabras de afecto podemos inyectar fortaleza, motivación, valor, coraje y determinación en las personas

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Amar a alguien lo suficiente como para olvidarse de uno mismo, incluso por un momento, es ser libre | Foto: remitida
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Está claro que el amor es la fuerza que mueve el mundo. Nuria Labari escribía sobre el amor y el desamor y decía hablando de Elvira Lindo y de su despedida de unas páginas de El País, hablando no del amor romántico, canónico y convencional que dice que nunca ha necesitado quien lo escriba pues su norma aprieta con la fuerza del prejuicio (que es siempre mudo), sino a esa clase de amor que es una forma de atención apasionada sobre la realidad y sobre la vida. Y añadía: Amar a alguien lo suficiente como para olvidarse de uno mismo, incluso por un momento, es ser libre. Porque el amor debe seguir siendo la pelea. Por tanto una primera idea habla de atención apasionada para ser libre.

Y Elvira Lindo explicaba: Parece que ahora todo está definido, lo que es un amor saludable, las relaciones tóxicas, pero los sentimientos de las personas son muy difíciles de controlar. Creo que incluso puedes educar o preparar a tus hijos sentimentalmente para que tengan relaciones sanas y felices, pero no podrás impedir que sean infelices, pues los sentimientos son difíciles de controlar. En el amor siempre hay algo de toxicidad. Y por tanto en el marco de la pasión, saber que puede haber sentimientos difíciles de controlar.

Juanjo Millás decía: Con frecuencia amamos lo que nos hace daño, esa es una de las grandes contradicciones del ser humano, la de encontrar placer en lo que nos daña. Por tanto, es fundamental trabajar cada uno contra el amor que nos daña.

Y Ana Iris Simón expone una historia, una historia que se han sabido acompañar en el paso de la adolescencia a la juventud y de la juventud a la madurez. Que solo juntos han podido superar dolores que a muchos nos quebrarían, porque la vida a veces se da un poco mal. Que sí, que la mayoría de historias de amor encierran alguna verdad, pero la suya aún más porque implica trabajo y esfuerzo. Porque encarna la epicidad menos vistosa pero quizá la más relevante: la de la constancia. Y la sospecha, casi desde niños, de algo que la mayoría de los de su quinta hemos olvidado: que cuando algo se rompe no se tira sino que se arregla.

Y pensaba también en que: El único orgullo permisible es el de los humildes, porque es el que emana de las cosas importantes. Eso cuenta que: Lo aprendí de mis abuelos y era ese con el que se miraban el uno al otro aquel día y con el que el resto los mirábamos a ellos. Porque el amor es de los pocos patrimonios que merecen la pena y de los pocos a los que pueden agarrarse. Y porque aunque para ella no sea extraño juntarse 10 para comer cada día ni tener el mismo novio desde los 14, quererse como se quieren es hoy revolucionario. Por tanto, habla de la madurez del amor.

Y Eva Mayor, médica de familia escribía sobre su amor roto, aunque en este caso, es amor o desamor a un proyecto, a un trabajo, a una vida como es la atención primaria: “Lo nuestro se acabó y te arrepentirás”; así empezaba la canción de Luz Casal. Lo nuestro no ha sido un año de amor, diría más bien que está siendo un año de desamor con difícil reconciliación. Lo siento en las reuniones de equipo, en las redes sociales, en conversaciones con amigas. Se nota en el ambiente. Hay un cisma enorme entre las trabajadoras y vosotros, una incomprensión mutua absoluta, una desconfianza brutal, un quiero, pero ya no puedo. Como esas parejas en las que se ha roto algo profundo y aunque se intente de mil maneras no hay vuelta atrás. Y por tanto aparece el papel del desamor y de la difícil reconciliación.

Y eso me hace hablar de:

Madurez: Y es que la madurez emocional es la capacidad de estar a la altura de la excelencia que la propia vida plantea en los retos cotidianos, en los problemas, en la amistad, en el amor, en la familia,... Una de las diferencias entre sexos tiene que ver con nuestra propensión a asumir responsabilidades. La madurez es la capacidad de ser y ACTUAR desde nuestra mejor versión en cada circunstancia. No hay madurez sin consciencia y sin pleno compromiso con uno mismo. Y es que la edad no se cuenta por los años. La falta de madurez frena el éxito profesional y una de las claves del éxito profesional reside en ser constante, disciplinarse y persistir en trabajar en aquellas tareas que son necesarias. Y es que ser mayores, como sugieren algunos estudios, como uno reciente de la Universidad St. Catherine, en Minneapolis, que la narrativa de nuestras vidas, esto es, lo que nos explicamos al hacernos mayores y recapitulamos sobre nuestras vivencias, influye de forma decisiva en los niveles de felicidad, más allá del estado de salud. ¿Es posible ser más felices prestando atención a las palabras que utilizamos en el día a día?. La respuesta es SI.

Miradas: Y digo que la belleza está en la mirada, y no hay privilegio más hermoso que ser observado desde el amor incondicional y la alegría de vivir. Miradas que cuiden el mal de la indiferencia: Porque para mi, hablar de lo contrario del amor no es hablar del odio, sino de la INDIFERENCIA.

Amabilidad. La amabilidad que sin duda, mejora las relaciones, al ser el pegamento que mantiene unidas las relaciones y las comunidades. La amabilidad, la bondad, es lo más contagioso que puede haberse descubierto. Si alguien es amable con una persona, esta se sentirá bien y será amable con otras personas que a su vez lo serán con otras más, hasta alcanzar la sociabilidad de la amistad. La amabilidad genera amabilidad. Ser sensible es básico para poder percibir los matices. La sensibilidad y la fragilidad son dos atributos humanos de los que nadie está exento. También la simpatía se centra en la amabilidad, en encontrar algo positivo del problema que nos explica la otra persona, busca la aprobación, se escucha para responder. La amabilidad, la sensibilidad, la fragilidad, la simpatía son claves en la vida.

Y junto a ello, del afecto. El afecto emocional y físico es uno de los pilares fundamentales de nuestra vida. Rodearnos de personas que nos aprecian, que nos quieren es un bálsamo para el alma. Dejarnos querer, mimar y achuchar, nos afloja las durezas emocionales que vamos acumulando a lo largo de los años. El problema es que a veces nos cuesta pedir ayuda. Esto dificulta poder recibir el afecto de los demás plenamente.

Amores revolucionarios llenos de madurez, miradas, amabilidad y afecto. Amores necesarios también para la atención primaria. Y es que las palabras que nos decimos y que decimos en voz alta, las historias que nos contamos y que contamos a los demás, tienen un gran impacto en nuestra felicidad. Y es que la amabilidad puede ser la idea más revolucionaria como el amor al tener el poder transformador de las personas que llevan la sonrisa puesta, que transmiten optimismo, que por donde pasan mejoran el clima. Con palabras de amor y afecto podemos inyectar fortaleza, motivación, valor, coraje y determinación en las personas.







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