Maldita la gracia

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Meme con el presentador de informativos Matías Prats
Martín Domingo | @sundaymart
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A los medios de comunicación les hace muchísima gracia que una señora le pegue dos tiros a su marido.

Cuando son ellas las que disparan, las que apuñalan, el tono habitual de la información es el de la chanza o la caricatura grotesca; que a un pobre hombre su santa le corte los huevos o lo emparede en el salón desata una orgía de titulares jocosos prestos a disputar la batalla del ingenio a los tuiteros más entrenados.

Salvo que no haya forma de enhebrar la broma y entonces se recurre al plan b: calumniar al muerto, que muere dos veces, y justificar a su asesina, buscándole una coartada moral.

No hay más que realizar una búsqueda somera en google y al instante tendremos ante nuestros ojos decenas de noticias relacionadas con la muerte de un hombre a manos de su pareja en las que el tratamiento del crimen es chistoso, exculpatorio de la mujer o difamatorio para la víctima. O las tres cosas a la vez.

A este último grupo pertenece la noticia difundida recientemente por medios de izquierdas y de derechas -en esta materia el encogimiento es general- sobre la joven inglesa que mató a su novio “porque se había comido todas las patatas fritas”. El redactor de la agencia que remitió la nota a sus abonados debe estar todavía partiéndose la caja.

Por si la mofa no contribuye suficientemente a restar importancia al hecho criminal, remata la faena levantando, sin motivo alguno, sombras de sospecha sobre el comportamiento previo del difunto.

Esa actitud evidencia un miedo cerval a la presión que ejercen las barbijaputas y demás hipertrofias del feminismo y el orfeón de seres odiantes o pusilánimes que les hacen los coros.  Por decirlo de una manera coloquial: los medios, como buena parte del cuerpo social, están a-co-jo-na-di-tos. Hemos llegado a un punto en que hay que armarse de valor para defender lo obvio.

Me molesta profundamente tener que declarar de manera enfática que la violencia machista me parece abominable para hacerme perdonar el reproche al tratamiento periodístico habitual en las muertes de hombres a manos de sus mujeres.

Porque hay quien piensa que, criticando este tipo de noticias, se eleva la anécdota a categoría y se practica una especie de equidistancia que minimiza la gravedad de la violencia ejercida por los hombres.
Soy perfectamente consciente de que las muertes de varones provocadas por mujeres no son un problema social, porque se dan en mucha menor medida que las contrarias (por muchos motivos: culturales, biológicos…), pero, a veces, la mujer, como la luna del poema, viene “encapuchada, siniestra y verduga”. Y aunque los medios se partan de risa, sus crímenes tampoco tienen ninguna gracia.







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