Los más inteligentes eligen a aquellos que les dicen la verdad aunque duela. Los necios prefieren a los aduladores

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Imagen ilustrativa | Foto: Remitida
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La gente sincera dice la verdad porque mentir le produce rechazo o vergüenza. Y es que leía el otro día un estudio español y canadiense en el cual, la hipótesis es que la gente es sincera porque lo ha interiorizado, y lo contrario les hace sentir una emoción negativa como la culpa o la vergüenza, lo que conocemos como aversión pura a la mentira. Las otras motivaciones con las que se cuenta como hipótesis son el altruismo, la conformidad con lo que pensamos que el otro espera que digamos, o el compromiso y el deseo de no defraudar las expectativas de ingresos del otro.

Comprobaron que el conformismo no influía en la decisión y que existía un 40% de gente que decía la verdad siempre. Este hecho está a favor de la hipótesis de que esa gente era adversa a la mentira. Es una evidencia aparentemente muy fuerte. Ni la tendencia religiosa, ni el género, ni la preferencia política se relacionaban con ser honesto. Vieron que la gente honesta cree que los demás son honestos. Mientras que los que son deshonestos creen que los demás también van a mentir.

Por tanto, una persona que por norma nos dice la verdad y es sincera con nosotros/as es aquella que recuerda lo que nos dice porque está cien por cien atenta a nuestras conversaciones. Es una persona de palabra, seria y leal.

Una persona que nos dice la verdad es aquella que no juega con tus expectativas al prometernos algo que luego no cumple. Quien cae en el error de hablar por hablar suele llenar silencios con palabras que en realidad, no tienen mayor trascendencia. A pesar de que quien escucha esas palabras sí otorgue un peso mayor a ese mensaje. Una persona que nos dice la verdad, nos mira a los ojos, personaliza sus palabras, nunca miente, …

Y es que la compatibilidad emocional tiene que ver con el cariño, el afecto y la dulzura que dos personas se profesan mutuamente.

Mientras pasa eso sobre la verdad y la mentira, la adulación se define como un elogio excesivo y recurrente de las cualidades de otro. Y sabemos que los necios prefieren a los aduladores. El adulador a veces muestra una admiración sin límites. En otras ocasiones, simplemente es un arma que alguien utiliza para manipular a otro. Pero contrario a lo que se pudiera aceptar a primera vista, lo que el adulador busca no es humillarse, sino formar parte de esa “grandeza” que percibe en otro. Busca su aceptación, su reconocimiento. Quiere ser como ese ególatra al que adula. Ejerce su narcicismo en negativo.

En otros casos, la adulación no opera dentro de la lógica de la identificación con otro, pero sí mantiene al narcicismo como base. Es el caso de los aduladores que halagan para doblegar la voluntad de otro y así poderlo manipular. En esta situación, las frases de exaltación y los gestos de sumisión son premeditadamente falsos. No hay admiración sino, incluso, desprecio por el otro. Cuidado ante ellos/as.

Se manipula adulando a otro cuando se quiere obtener un beneficio específico. Un favor, un perdón, una ventaja. Decirle al otro lo maravilloso que es, lo vuelve vulnerable. Induce un relativo estado hipnótico en la que el uno se siente cómodo por la forma como está siendo exaltado, mientras que quien lo halaga calcula el siguiente movimiento para obtener lo que quiere. Peligro.

Por tanto, ya lo sabemos los más inteligentes eligen a aquellos que les dicen la verdad aunque duela y los necios prefieren a los aduladores. Busquemos siempre quien nos dice la verdad. Ganamos.







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