Imagen negra sobre fondo gris en el Ayuntamiento de Granada

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Agustín Palomar Torralbo
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La cascada de noticias y acontecimientos se han precipitado en las últimos días: dimisión del Alcalde de Granada, de su Concejal de Urbanismo, y también, arrastrado, digamos, por la fuerza de los acontecimientos, de su Teniente de Alcalde, el cual, en otro tiempo, fue Presidente de la Diputación. Pero, anteriormente a este hecho, ya en la memoria de muchos está la imagen de la UDEF registrando la sede de Urbanismo del Ayuntamiento, el propio Consistorio y los domicilios particulares del Alcalde y de la Concejal. Granada durante ese día, el 13 de Abril, quedó marcada y sellada con una de esas muchas cruces negras que ya están pintadas en el mapa político de nuestra España. La intervención de la UDEF vino a poner una tachadura en la puerta del Ayuntamiento y así, durante esos días, la cruz nacional de la corrupción se puso en esta Ciudad que Ganivet calificó como bella. Torres Hurtado, Isabel Nieto y Sebastian Pérez presentaron su dimisión pocas horas más tarde de que Ciudadanos Granada hiciera explícita su decisión de no seguir apoyando al PP en la Alcaldía. Desde que la Concejal quedara imputada en el “caso Serrallo”, Ciudadanos ha reiterado que su dimisión era conditio sine qua non para seguir presentando su apoyo institucional al PP en el Consistorio. No podía ser de otro modo, porque, como bien se recordará, este era uno de los puntos acordados entre los dos grupos políticos que facilitó el gobierno de la Ciudad a Torres Hurtado, acuerdo, por tanto, firmado y no cumplido en este punto. Así queda recogido en múltiples ocasiones, entre otros, por el portavoz de Ciudadanos, Luis Salvador.  

Pero, en este arco de tiempo, en el que emerge a la luz pública este caso de corrupción en el Ayuntamiento de Granada, la imagen, el hecho, que no he abandonado en la distracción de mis quehaceres, es la de la Concejal de Urbanismo. Me explico. “No necesito que nadie pida mi dimisión, me iré yo en cuanto esto ocurra”, dijo en Octubre de 2015 refiriéndose al hecho de que fuera imputada. A principios de Noviembre, llegó la imputación y desde finales de Diciembre reiteró en varias ocasiones su decisión de presentar su dimisión, pero ésta no fue aceptada y tramitada (cf. Granada Hoy, 19 de Marzo del 2016.) Supimos luego, que el 18 de Marzo abandonó compungida el pleno cuando se trataba un punto del que tenía que responder, diciendo que se sentía amenazada y coaccionada. Esta imagen, poco habitual, quedó grabada en la mente de los que allí se encontraban. Probablemente, entre otros motivos, el peso de la imputación, la exigencia de partidos como el de Ciudadanos para que presentara su dimisión y, al mismo tiempo, la dificultad para que el propio partido aceptara esa salida para ella, hizo que, de manera desproporcionada, se sintiera perseguida y en cierto modo acorralada, abandonando la sala de plenos del Ayuntamiento. Aún, no podemos saber, certeramente, los motivos que se esconden tras esta serie de sucesos e imágenes. Sin embargo, sí se conoce que son nueve los delitos de corrupción por los que fueron detenidos y puestos en libertad con cargos.

Llama la atención que un partido, que se tiene por seguidor de la mejor tradición liberal, dé tan poco valor al ejercicio de la libertad, que pone en obra la responsabilidad individual,  negando la dimisión a la Concejal e incluso viendo que se perdía el apoyo de Ciudadanos. Es como si hubiera un lastre que impedía el triunfo de la voluntad individual  y el mantenimiento de un acuerdo que ha sido bueno para Granada. Este lastre, como se sospecha, se mezcla y se hunde en una trama de corrupción. Por ello, lo que quisiera destacar es que estas imágenes esbozadas aquí nos sirven como hilo conductor para aproximarnos a lo que me parece más interesante para un análisis: el modo como se constituyen las tramas de corrupción en el trasfondo de la vida pública y en el límite de ésta. Pues bien, sostengo que la corrupción se asienta en una sociedad cuando se forjan una trama de relaciones que deliberadamente hay que ocultar del dominio de lo público. La corrupción surge allí donde ya no hay tranquilidad ni integridad para sacar a la luz, esto es dar publicidad, a las cosas que, relativas a lo público, se gestionan con nocturnidad en lo privado. Y es que la política, bien entendida, no puede separarse del foco que ilumina el  espacio público. La corrupción se entreteje a la sombra de la política. Y, sin embargo, todos sospechamos que, aunque esto es cierto, esas tramas que están ocultas a menudo son decisivas para la política y de tal modo, decimos, que el político de raza es aquel que sabe ver en lo oscuro. Así, suele decirse que quien no tiene olfato para todo lo que se cocina en la trastienda de lo público, tampoco, lo tiene para ser un buen político. Cuando esas tramas se institucionalizan y se generalizan dentro de la actividad política, los Estados o las Comunidades se vuelven fallidos y, en su extremo, criminales.

Es así como la práctica de la corrupción se extiende como un fondo gris sobre la luz de lo público. Este fondo se dibuja en el tiempo trazando esas relaciones, compromisos y favores que surgen en los márgenes de la vida pública y, normalmente, fuera del marco de legalidad. La corrupción necesita, por tanto, de una complicidad que va tejiendo una red que apoya al tiempo que oculta en la oscuridad al que opera al margen de la luz pública. Por ello, una vez que se rompe ese orden de complicidades ni siquiera el propio corrupto está a salvo de la pérdida de la lealtad de sus acompañantes en la trama de corrupción. Y es que la corrupción lleva a cabo una erosión de la confianza que termina afectando a la confianza misma de quienes se apoyan mutuamente a la sombra del espacio político. No es extraño así que, en la nocturnidad, quien hubiera sido cómplice, pasado el tiempo, termine siendo el verdadero enemigo. En la oscuridad no hay seguridad para el ejercicio del compromiso, porque, en política, el compromiso sólo puede sostenerse en la manifestación, el respaldo y el control de lo que se dice públicamente. Las imágenes de la vida pública parecen pintarse primero a trazos limpios, pero luego, cuando dependen de ese fondo gris, como si tuvieran que ser pintadas a partir de manchas de tinta china, aparecen con líneas gruesas, negras y sucias.

Si esto sucede, la propia política se vuelve ineficaz para resolver los problemas que ella genera y es entonces cuando ha de intervenir la Justicia para desenredar, aclarar y penalizar esas tramas ocultas. La detención del Alcalde y de su Concejal de urbanismo así como de diecisiete personas más de puestos de confianza del equipo de Gobierno es la imagen negra que emergiendo de ese fondo gris ha salido a la luz en Granada. Ciudadanos, como ya se sabe, ha hecho lo que tenía que hacer: mientras la trama no quede desovillada y sepamos lo que hasta ahora no sabemos, no puede seguir sosteniendo al equipo de gobierno del PP. Quizás pueda parecer excesivo pero parece que es lo lógico hasta que ese trasfondo no quede aclarado y la sospecha pueda tornarse de nuevo en confianza. Ahora hay que tener la prudencia de no seguir dando pábulo a este grupo político hasta que no se sepa lo que ha sucedido. Queda mucho por saber, bien visto, lo queda casi todo, pero, esa falta de transparencia nos ha llevado a perder la confianza que es el suelo para erigir cualquier apoyo. Por esto, en conclusión, se hace difícil ahora extender la mano a quien ha dibujado sobre el fondo gris de la corrupción la imagen reciente más negra de Granada.







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