¿Se ha roto el deseo con mi pareja o ha evolucionado?
Candela Carrillo, psicóloga sexual, inaugura su sección con GranadaDigital tratando la evolución del deseo en la relación

Las relaciones sentimentales y sexuales con la pareja, por suerte o por desgracia, no son tan sencillas con la ficción nos hace creer. En la vida real, las parejas evolucionan con el paso de los años, al igual que el deseo sexual hacia la persona con la que mantenemos dicha relación. Candela Carrillo, psicóloga sexual granadina, inicia su sección con GranadaDigital tratando la evolución del deseo en la pareja, un aspecto que debe verse desde una perspectiva psicológica.
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Vivimos con la idea de que el deseo sexual tiene que aparecer de forma espontánea, como si fuera un fogonazo de energía que surge sin avisar. De hecho, la psicóloga señala que en su consulta es muy frecuente escuchar frases como: “Es que ya no tengo ganas como antes”, “Siento que algo me pasa” o “Debería apetecerme y no me apetece”. Y esa sensación de "fallo" genera angustia, frustración e incluso tensión en la pareja.
Pero, ella pregunta, ¿Y si el problema no fuera la falta de deseo, sino cómo lo estamos entendiendo? Existen distintos tipos de deseo sexual, y entenderlos puede cambiar por completo la forma en la que vivimos nuestra sexualidad.
Deseo espontáneo vs. deseo responsivo
El deseo espontáneo es ese que aparece sin avisar: ves algo que te excita, piensas en sexo, te viene la fantasía... y el cuerpo reacciona. Es rápido, directo, y se da más a menudo al inicio de las relaciones o cuando hay una alta novedad. Es el tipo de deseo que más se representa o el que tenemos de referencia. Por eso muchas personas lo consideran el “normal” o el deseable.
Pero también existe el deseo responsivo, que es igual de válido. Este tipo de deseo no aparece de golpe, sino que se activa en respuesta a ciertas situaciones o estímulos: el contacto, una mirada cómplice, una caricia, una conversación íntima, sentirse cuidada, sentirse deseado. El cuerpo responde a lo que ocurre en el ambiente, a cómo te sientes contigo y con la otra persona. El deseo responsivo necesita tiempo, espacio y contexto, que se cultive la erótica. Y eso no es un “fallo”, es otra forma de encenderse y conectar con el deseo.
De hecho, muchas personas experimentan el deseo principalmente de forma responsiva. Pero, como no lo saben, piensan que “ya no sienten nada”, que “no tienen ganas”, o que hay algo mal en ellas. Se frustran, se culpabilizan o se exigen (o lo hace el entorno y la pareja) creando un bucle negativo que va a influir en que se desconecten de su sexualidad. Cuando en realidad su deseo está ahí, solo que necesita otras condiciones para mostrarse.
Dejar de juzgarnos también es salud sexual
Cuando idealizamos el deseo espontáneo como el único válido, empezamos a juzgarnos. Si no tengo ganas sin más, algo va mal. Creer que solo existe una forma correcta de desear es un error que nos desconecta de nuestro cuerpo y nos mete en la trampa de la exigencia: "debería tener ganas", "tengo que estar a la altura", "mi pareja espera esto de mí".
La realidad es que el deseo puede cambiar por muchos factores, tanto por el momento vital, la carga mental, la relación de pareja, la salud emocional e incluso el ciclo hormonal. No está roto: está vivo y responde a lo que nos pasa.
La vida real no se parece a las películas. En la vida real hay cansancio, rutina, estrés, dudas, preocupaciones, inseguridades, niños, trabajos, cargas mentales. Todo eso afecta al deseo. Pero no lo anula, lo transforma. Lo vuelve más complejo. Lo adapta al momento vital. También hay veces que se desean unas cosas, pero no todo lo que se espera, y eso no significa que no tenga deseo, si no que no deseamos todo.
Y esto no va solo de deseo sexual en pareja. También se aplica a la relación contigo misma o contigo mismo. Hay personas que sienten que han perdido las ganas de masturbarse, o que lo hacen pero sin conexión, de forma automática. Y muchas veces lo que pasa es que no hay espacio, no hay calma, no hay estímulos placenteros… y sobre todo, no hay presencia. El cuerpo está, pero la mente está en otro sitio.
Escuchar qué necesita mi deseo, qué me apetece y que no, cuando y de qué manera, es el primer paso para recuperar una sexualidad sana, placentera y conectada. Porque no se trata de "volver a tener ganas", sino de descubrir de qué forma tu deseo aparece hoy.
Por eso, trabajar el deseo es también trabajar la presencia, el autocuidado, el vínculo con el cuerpo. No todo es hormonal. No todo es psicológico. No todo es relacional. El deseo es complejo, multifactorial, y sobre todo: es cambiante. Y está bien que así sea.