Una visita inolvidable a la Alhambra

El monumento abre sus puertas en el Día Internacional del Patrimonio Mundial para mostrar una imagen nunca antes vista sin turistas

Visita a la Alhambra por el dia del patrimonio
Imagen inédita del Patio de los Arrayanes sin visitantes | Foto: Antonio L. Juárez | Vídeo: Carlos Gijón
Ainoa Morano
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En la vida de una persona existen momentos únicos, experiencias que cuando se viven lo más probable es que nunca vuelvan a suceder. El 16 de noviembre se celebra el Día Internacional del Patrimonio Mundial. En un año normal, los granadinos podrían disfrutar de este día subiendo a visitar la Alhambra en su jornada de puertas abiertas, sin embargo, las restricciones a causa de la crisis sanitaria por el coronavirus ha privado a cientos de personas de disfrutar del monumento más emblemático de la ciudad.

Ante la situación que vive el país, el Patronato ha decidido reinventarse y dar la oportunidad de visitar el monumento a los medios de comunicación de una forma nunca antes vista, sin público. Nada más llegar a la Alhambra la primera sensación que recorre el cuerpo es la de la soledad. Un silencio abrumador, solo interrumpido por el sonido de las obras de restauración de la zona, da la bienvenida a los pocos privilegiados que pueden acceder al complejo.

Lo que antes eran colas interminables de gente esperando su turno para comenzar la visita, se transforma en un paraje únicamente habitado por las hojas que caen de los árboles. La primera parada es el Palacio de Carlos V. Su grandeza ya habitual se hace aún más sobreacojedora al llegar al centro de la plaza y sentir que nadie espera para colocarse en tu lugar y hacerse la foto reglamentaria.

Al pasar al Palacio de los Comares el reflejo inmóvil del edificio en el estanque acapara toda la atención. Sientes como el tiempo se para mientras contemplas las ondas que la diminuta fuente crea en el agua. Una imagen perfecta, una instantánea que no se volverá a ver. La soledad de cada una de las zonas del monumento se hace extraña, pero da la oportunidad de descubrir detalles que en una visita habitual serían imperceptibles.

El sol reflejado en el agua e iluminando las paredes del Partal, descubrir que algunos de los leones tienen las orejas cortadas y que incluso siguen un patrón, escuchar a los pájaros que acompañan toda la visita o el sonido del agua recorriendo todo el monumento. Una experiencia única, inigualable y, ojalá, irrepetible, porque la Alhambra necesita a sus visitantes.







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