La medicina, las pruebas médicas y la felicidad... según la edad

hospital-pts-granada
Hospital del PTS | Foto: Remitida
Avatar for Juan Carlos Uribe
6

Pues ya estamos aquí una semana más con todos ustedes. Hoy, se lo digo ya de antemano, estoy feliz, especialmente feliz. No, no me ha tocado la primitiva, ni me han felicitado en el trabajo, ni siquiera estoy contento porque el Covirán ascendiese en su día a la ACB.

Minucias, eso son minucias comparadas con el gozo que ahora mismo siento. Seguramente, y lo doy casi por hecho, muchos de ustedes (atendiendo sobre todo a su edad) no van a acabar de entender mi júbilo actual cuando les diga el motivo. Quiero recalcar lo de "actual" porque todos sabemos que la felicidad es algo que se experimenta por momentos. Instantes a veces muy escasos, y sobre todo cortos, que nos transportan a una sensación de relajación y de paz. Hacen, a su vez, que respiremos profundamente, con mucha tranquilidad y con una de nuestras mejores sonrisas en la cara. De esas de oreja a oreja. No hay felicidad duradera pues, seguramente, si la hubiera ya no se disfrutaría tanto. Sería una felicidad 'normalizada', sin capacidad de sorpresa. Como seres humanos que somos, llevamos la inquietud pegada a nuestros genes. Si estuviésemos siempre de vacaciones nos cansaríamos de ello al igual que si no disfrutáramos de ellas estaríamos deseando de cogerlas. Necesitamos un extremo para poder disfrutar del otro. Con la felicidad pasa lo mismo, es, y debe ser, a ratos.

Sirva esto como preámbulo de la explicación al bienestar que siento hoy. Tiene mucho que ver con el título de este artículo.

No sé si se han dado cuenta (yo al menos me he percatado de ello, pues a mí me ocurre) de que cuando vamos al médico, y más aún cuando ya tenemos determinada edad –pongamos de 50 para arriba-, ya no va uno tan tranquilo como cuando lo hacía con muchos menos años. Y no digamos ya si cuando pasábamos por la consulta era en nuestra juventud o adolescencia. No había ese miedo escénico a los resultados de las pruebas o análisis que previamente nos habían realizado. Si hablamos ya de pruebas más específicas y concretas tipo resonancia magnética (RM), colonoscopia o similar, y pedida ya por el especialista de la consulta en cuestión del Hospital del PTS, el 'miedo' o la preocupación, llámenlo como gusten, toma otra dimensión.

Sí, sí, ríanse ustedes, llámenme hipocondriaco, pero que tire la primera piedra el que esté libre de pecado.

Haciendo de 'abuelo cebolletas' les puedo decir que recuerdo cuando hace ya años mis análisis de sangre salían impolutos, limpios y sin un asterisco que indicara que el valor de esa medición en concreto estaba por encima o por debajo de lo 'normal'. Uno salía de la consulta sacando pecho, con poderío, diciendo: "¡Aquí está el tío con una salud de hierro!". Previamente también entraba relajado, no esperando 'malas noticias'.
Con el paso de los años van apareciendo esas 'goteras' propias del desgaste del cuerpo humano como máquina que es. Y ahí es donde ya entra esa tensión cada vez que te hacen alguna prueba más específica, y no un rutinario análisis de sangre.

¿Tendré algo? Mira que si he venido a que me vean una cosa y me sacan otra.

Y es normal, al menos para un tipo tan 'especial' para estas cosas como soy yo. Y les repito que no me tengo en absoluto por hipocondriaco.

¿Por qué estoy tan feliz en el día de hoy, se preguntarán de nuevo? (este pesado se va por las ramas). Pues bien miren, les cuento. Hace ya 31 años, cuando pasé la primera revisión de empresa para acceder al trabajo, en una audiometría que me hicieron me detectaron una leve (recalco lo de leve) pérdida auditiva de los agudos en el oído izquierdo. La verdad es que si no me lo dicen en aquel momento, al igual que hoy en día, yo ni me habría enterado, es imperceptible. Además de eso arrastro, también desde mi juventud, una faringitis crónica (creo o pienso que puede ser herencia de familia) que de vez en cuando aparece y me hace carraspear de tal manera que incluso a mí me resulta molesta.

"¡A ver si terminamos de arrancar la moto!" –me decían en tono jocoso algunos de mis compañeros de trabajo cuando por las mañanas aparecía esa dichosa carraspera.

Aunque en su día fui fumador, lo dejé hace ya bastantes años afortunadamente para mi salud y para mi bolsillo, nada tiene que ver eso con la particular faringitis.

El caso es que, después de tantos años con esa pérdida auditiva y el carraspeo a cuestas, no se le ocurre al que les escribe otra cosa que pedir cita en la consulta de otorrinolaringología del PTS, para ver cómo está el tema, así, por gusto.

Audiometría: sin novedad aparente ni cambio de hace 31 años para acá, todo bien y dentro de lo normal.

Timpanometría: exactamente igual que la anterior, sin novedad.

"Aun así vamos a hacer una resonancia de los dos oídos a ver qué tal –me dijo el otorrino- cuando tengamos los resultados pasa Vd. por aquí y ya aprovechando le metemos el tubito por la garganta a ver cómo está lo de la faringitis".

Ustedes saben, y si no es así se lo digo yo, que al hacer una resonancia de oídos, te meten la cabeza en la 'máquina-nicho' y al obtener los resultados, no solo aparece la zona de los oídos sino también prácticamente todo el cerebro.

Pues en esas estamos cuando días después, y esperando a que llegara el día de la cita con el otorrino, entro en ClicSalud, ¡no lo hagan jamás!, para ver otra cosa y me encuentro con los resultados de esa resonancia. Estaba todo normal pero el especialista que realizó el informe sobre la misma hizo un comentario sobre la materia blanca del cerebro que me dio a entender que pasaba algo. No terminé de leerlo. Me fui a Google a consultar y mi consulta duró unos 5 segundos. Cerré rápidamente y me encomendé a todos los santos. Ese pavor que solo se da a ciertas edades, se había apoderado de mí. Pasé unos días realmente malos tras aquello, dándole vueltas a la cabeza. Ya me veía repartiendo la herencia.

Hoy, en este día que les escribo, he vuelto de esa consulta y el médico me ha despejado todas las dudas. Se trata de algo normal pero que reflejan siempre los especialistas en los informes. No hay nada de qué preocuparse. ¡Larga vida al César!

Tras pasar por la consulta es como si me hubiese quitado una losa de encima.

Seguramente todo esto con muchos años menos ni se me habría pasado por la cabeza, pero ya a ciertas edades cualquier analítica o prueba de imagen, crea un cierto desosiego. Es como jugar a la lotería…. ¿y si toca?

En cuanto a los médicos, qué puedo decirles que ustedes no sepan. Hay de todo, como en botica. Yo admiro a aquellos (como el que me ha atendido hoy) que son capaces de, sin necesidad de sonreír, transmitir amabilidad, cercanía, empatía y sobre todo un saber escuchar hacia el paciente, del que intuye cierta ansiedad ante lo que pueda decirle. Un aplauso para ellos y ellas y un consejo para ustedes:

¡No consulten al 'Doctor Google' para estas cosas! Esperen a que su especialista se lo explique.

¡Salud para todos y sean felices!







Comentarios

6 comentarios en “La medicina, las pruebas médicas y la felicidad... según la edad

  1. Muy buen artículo y muy verdadero. Habla usted de cosas y situaciones reales y además muy serias pero lo hace con mucha gracia y arte. Continúe con ese estilo, me encanta leerle. Espero con ganas su próximo artículo.

    • Muchísimas gracias Daniela por su interés y su comentario. Como dije en uno de mis primeros artículos, mi intención es distraerles y si lo consigo me doy por satisfecho.

  2. Muy buen artículo y muy cierto,que daño puede hacer San Google para buscar enfermedades,ha seguir con artículos como este.

  3. Cóctel de vida!!!
    Ingredientes:
    Salud
    Positividad
    Empeño
    Agitar en la coctelera del Día a Día.... y beberlo a sorbos pequeños y constantes... siempre!!!!
    Un abrazo campeón!!!... siempre nos arrancas una sonrisa!!

    • Muchísimas gracias Doña Brujita por su comentario. Tomaré nota de ese cóctel e intentaré beberlo todos los días sorbito a sorbito. Me alegra que le entretengan mis artículos.
      Un saludo

Deja un comentario