De la ilusión a la tristeza en noventa minutos

La afición rojiblanca pintó las calles de rojo y llenó Los Cámenes para ser el jugador número 12 de un partido trascendental, pero la fiesta inicial acabó en llantos y pitos contra la directiva

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La afición rojiblanca pasó del ¡Vamos Granada! al ¡Directiva Dimisión! con la confirmación del descenso a Segunda | Foto: Antonio L. Juárez / Vídeo: Javi Gea
Ainoa Morano
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En cuestión de una semana Granada ha pasado de vivir un momento histórico con el ascenso del Covirán a la ACB a sufrir con el descenso del Granada CF a Segunda División. Dicen que había una maldición en esta ciudad, que sus dos equipos no podían estar en un mismo año en la máxima categoría de sus respectivos deportes. Finalmente, la profecía se ha cumplido.

Eran cerca de las dos de la tarde y en la zona de los Cármenes ya comenzaban a verse camisetas rojiblancas. Poco a poco las horas pasaban y el Zaidín iba cogiendo cada vez más ambiente. La ciudad entera se estaba parando conforme se acercaban las ocho de la tarde, era un día para estar al pie del cañón. El recibimiento al equipo fue el de las grandes ocasiones. Una nube de color rojo tiñió la calle Pintor Maldonado, el autobús del Granada CF estaba llegando a su estadio. Bufandas al viento y cantando a pleno pulmón, cientos de aficionados mostraron su primera señal de apoyo incondicional a su equipo, se dejarían la piel por llevarlo en volandas hasta la permanencia.

El ambiente a los alrededores del Nuevo Los Cármenes era el de las grandes ocasiones, se respiraba una ilusión desbordante mezclada con unos toques de nerviosismo. El Granada dependía de sí mismo y su marea rojiblanca confiaba ciegamente. Daba igual lo que hubiese pasado el resto del año, todo se centraba en esos 90 minutos y la fe era ciega.

Llegó el momento de entrar al campo y ni una sola butaca quedó vacía. Antes de que el árbitro indicase el inicio del encuentro, la afición ya cantaba aquello. de "¡Que sí joder, nos vamos a mantener!".  Había que calentar el partido y a los jugadores.

Con el balón ya en juego, la mitad del estadio no se sentó en sus butacas, cánticos y aplausos a cada minuto. Ese partido lo jugaban todos. La afición rojiblanca rindió su merecido homenaje a Dani Jarque con la llegada del minuto 21. Breve pausa justificada y a seguir animando. Conforme pasaban los minutos y se acercaba el descanso, los murmullos de incomprensión por lo que se estaba viendo en el césped comenzaron a surgir en la grada. Los móviles pasaron a ser los protagonistas de la tarde para comprobar qué estaban haciendo Mallorca y Cádiz en sus respectivos partidos. Descanso y cero a cero en el marcador.

De regreso al partido y ya con más nerviosismo que ilusión llegó el momento de alegría para los aficionados. El VAR concedió al Granada un penalti que lanzaría Jorge Molina. La decisión de los colegiados se celebró como un gol, tanto que finalmente no llegaría ya que Molina lo tiró fuera. Tras unos segundos de decepción y asimilación de lo ocurrido tocaba volver a animar. La permanencia estaba a menos de 30 minutos.

El Mallorca iba ganando y los nervios crecían. Después, llegó el gol del Cádiz. Ese fue el punto de inflexión. La grada ya no podía aguantar más la falta de energía de su equipo, solo les pedían que corriesen más. Un posible penalti para el Alavés devolvió la ilusión a los rojiblancos, pero el penal nunca llegó a producirse. Los minutos corrían y el descenso cada vez era más real.

El Granada comenzó a jugar a falta de cinco minutos para el final, pero la marea rojiblanca ya no tenía fuerzas para animar, solo quería desesperadamente un gol que los despertase de aquella pesadilla que estaban viviendo. El tanto de la salvación jamás llegaría. Final y descenso. Lo que noventa minutos antes eran bufandas al viento, estas acabaron cubriendo las caras de los aficionados para secar las lágrimas de dolor y frustración por volver a Segunda.

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Del "¡Vamos Granada!" al "¡Directiva dimisión!". Seguramente muchos jugadores no se merecían una despedida así de su afición, entre ellos Jorge Molina, pero la frustración de ver cómo tu equipo pasa de jugar la Europa League a ser equipo de Segunda División en cuestión de un año es difícil de gestionar. Se acaba una temporada para el olvido. Ahora toca sanar y reconstruirse y, sobre todo, que el Nuevo Los Cármenes luzca como en esta última jornada para devolver al Granada CF al lugar que merece entre todos.







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