Jorge Molina reanima a un Granada inerte (1-3)

El conjunto rojiblanco fue inoperante hasta la entrada del alcoyano, pero el punta cambió el choque y propició la remontada nazarí frente al Burgos

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Jorge Molina celebra el gol del empate ante el Burgos | Foto: LaLiga
Chema Ruiz España
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Jorge Molina, ese veterano obrero del gol que parecía quedar descolgado con la incorporación de dos delanteros a la rotación del Granada, ha reanimado a un conjunto rojiblanco inerte en El Plantío hasta su incursión en el encuentro. La cita se encaminaba hacia otra derrota esperpéntica del cuadro nazarí a domicilio, taciturno desde el inicio e incapaz ante un Burgos excelso, pero el alcoyano le inyectó vida. El punta empató el tanto inicial de Gaspar Campos, un golazo en los primeros compases del duelo, asistió a Uzuni para completar la remontada y cerró la faena con otra diana, ya en un tramo final descontrolado. El resultado es engañoso, pero quién quiere brillantez cuando se tiene solvencia, debe de pensar Paco López. Su equipo enlaza siete jornadas sin perder y abre brecha con la séptima plaza, a solo tres puntos ya del líder. El curso se embala y el combinado granadinista, aunque sin lustre, se pone serio.

El preparador rojiblanco rizó aún más el tirabuzón al componer su defensa de circunstancias, que apenas le duró un minuto y otorgó demasiadas facilidades al cuadro blanquinegro. Sin Quini, Ricard, Miguel Rubio e Ignasi Miquel, se adivinaban las incursiones de Víctor Díaz y Torrente junto a Cabaco en un muro de tres pilares, así como la de Puertas en el mermado flanco diestro, respaldado por la versatilidad del capitán nazarí en fases ofensivas. Lo que pocos pudieron prever fue la entrada en el once de Jonathan Silva, con facilidad para acoplarse en el carril bajo esta estructura, en detrimento de Carlos Neva. Sergio Ruiz, goleador en el derbi, fue premiado con la titularidad junto a Pol Lozano, excluido Bodiger de la ecuación, pero la fórmula dio a error. También quedó fuera Melendo, tan irregular en su participación en el juego como esencial por lo visto en su ausencia, con lo que el póker ofensivo de Paco López tornó en un tridente carente de filo en El Plantío.

Todo se le torció al Granada en el inicio y el equipo se disolvió rápido. La nueva línea de protección que inventó Paco López duró lo que tardó Torrente en acudir al cruce con contundencia. Chocó con Areso en una internada del lateral local y su rodilla izquierda, la que había permanecido sana durante la recuperación del ligamento cruzado anterior de su diestra. Quiso regresar, pero la articulación no funcionaba como debiera y se marchó compungido, entre lágrimas. Miki Bosch, su relevo, todavía se acomodaba las espinilleras cuando vio pasar a su lado un obús procedente de la bota de Gaspar Campos, directo a la red. El atacante se juntó en el costado con Álex Bermejo, Areso y Curro Sánchez para jugar un rondo, se giró en el balcón del área y envió la pelota a guardar. El VAR revisó un posible fuera de juego del zaguero burgalés en la acción, pero el hombro de Víctor Díaz le habilitaba.

Los de Paco López se veían desbordados, incapaces de conservar el esférico ni de contener la movilidad local en una nueva exhibición de fragilidad defensiva a domicilio. Bermejo, Gaspar Campos y Curro Sánchez flotaban con comodidad por toda la trinchera visitante, mareados en la franja ancha los rojiblancos, que perseguían sombras. Los carriles nazaríes acusaban fugas a la espalda, a falta únicamente de un par de alfombras rojas que invitaran a los blanquinegros a penetrar por allí con libertad. Areso percutía y el trío de centrales granadinista, abrumado, achicaba aguas como podía. Raúl Fernández, eso sí, tan sólo sentía la inquietud en la distancia, sin envites en los que actuar.

Los burgaleses, pese a no producir demasiado contra el marco del bilbaíno, bailaban despreocupados. El conjunto rojiblanco, poco menos que inerte, suspiraba por llegar a vestuarios, probablemente tentado a tirar del cable si el choque hubiera sido virtual. Quiso recomponerse, pero de sus mediocentros sólo hubo noticias cuando la megafonía cantó los onces, tal vez faltos de la imaginación de Melendo. El catalán es como la recuperada tilde en ‘sólo’: parece no influir cuando se encuentra sobre el césped, pero deja un vacío tremendo cuando no está. Algún tímido acercamiento por los flancos, con más coraje que soltura, rompió en la orilla sin que José Antonio Caro, apodado ‘Churripi’, tuviera que hacer esfuerzos. Si el Burgos navega a golpe de remo, como defendió Calero en la previa, el Granada era este sábado un hidropedal con agujeros en el casco.

En un córner, Atienza descargó de cara sobre Bermejo, que obligó a atajar abajo a Raúl Fernández con un tiro poco malicioso. Curro Sánchez, después, chutó una falta cerca de la escuadra desde la frontal. Gaspar Campos, ya al borde del entreacto, marró un contragolpe con más peligro que Daniel el travieso en las inmediaciones del hogar de la familia Wilson. Weissman logró cabecear un remate antes del descanso, el único que consiguió conectar el cuadro nazarí en un primer tiempo inoperante, que botó tímido hacia el abrazo del guardameta local.

El segundo acto no parecía deparar giros de guion, aunque lo cierto es que tampoco Paco López los buscó con alguna permuta en la reanudación. Cuando el técnico valenciano quiso marcar la inflexión, llegó un plot twist más imprevisible que el que convirtió a Parásitos en una de las mejores películas de 2019. Matos y Areso profundizaban hasta poder retar a los centrales granadinistas, por momentos desconectados, y la creación rojiblanca se limitaba a alejar el balón lo máximo posible de un puntapié, escondidos los atacantes forasteros. El cuadro albinegro sí aparentó tener intención de engrosar su ventaja, aunque con cierto retraimiento. Curro Sánchez encontró en el área a Álex Bermejo, pero el punta no consiguió dirigir el disparo.

Como pasaban los minutos sin que las constantes vitales del Granada trazaran algún pico en la gráfica, Paco López decidió, ahora sí, intervenir. Puso sobre el verde a Jorge Molina y Bryan Zaragoza, por Weissman y Puertas respectivamente, con lo que Cabaco fue reubicado en el lateral diestro. A consecuencia de ello, el socavón en ese costado creció, pero la permuta resultó decisiva porque el alcoyano salió con un desfibrilador. Se escapó por allí Curro Sánchez de nuevo, solo en un balón en largo. Salió sin demasiado cálculo Raúl Fernández en primera instancia, pero el atacante burgalés se escoró demasiado para sortear la entrada y, ya sobre la línea de fondo, el guardameta atajó bien ante el recorte. Tocaba el Burgos, que merodeaba el área, y nada permitía adivinar que, en un tramo trabado del juego, las fuerzas se igualarían.

La defensa local sufrió una desconexión brevísima que Jonathan Silva aprovechó para elevar la pelota y habilitar la internada de Sergio Ruiz. Se le plantó delante ‘Churripi’, dispuesto a abortar el peligro, pero el mediocentro anduvo pillo para levantar de nuevo el esférico, por encima del guardameta local. Jorge Molina, que huele los goles a kilómetros, atacó el balón llovido y lo empujó hacia la red para equilibrar el electrónico. Un golpe que fracturó la mandíbula burgalesa y que para el Granada fue una descarga vital. Hizo acto de presencia el conjunto rojiblanco, que corrigió los problemas atrás y enjauló a su rival.

Calero agitó el avispero y Artola tuvo la oportunidad de restablecer la ventaja para el plantel albinegro, pero el cuadro nazarí había cogido el rebufo y ya era imparable. Recogió Callejón un balón en el costado y Jorge Molina, a la media vuelta, acarició la cepa del poste. El veteranísimo delantero peinó después un envío lateral para obligar a Caro a palmear cerca de la escuadra, antes de culminar la remontada. Otro apagón local permitió de nuevo a Jonathan Silva conectar con el alcoyano, que, orillado, escrutó el horizonte hasta encontrar a Uzuni en el primer poste. El albanés persiguió el pase con el cuchillo entre los dientes y ajustició para rubricar su 18ª diana.

Desnortado, incapaz de comprender lo que acababa de suceder, el Burgos ya no pudo levantarse de la lona, lastrado también por una cartulina roja directa a Mourad, que acababa de entrar, por pisar a Cabaco en un tramo final ya excesivamente tupido. Desesperado, el cuadro local hincó la rodilla y cedió espacios. Perea compuso un contragolpe y Jorge Molina cerró el encuentro con un zapatazo a la escuadra. Una remontada sin brillo, pero que para las cuentas suma igual tres puntos valiosísimos. El Granada sigue imparable y el margen con sus perseguidores es notable. Además, todos aportan a la causa. Queda mucho curso, pero el cuadro nazarí, olvidado el trauma a domicilio, adquiere consistencia.


Ficha técnica:

Burgos CF: Caro; Jesús Areso (Fran García, 87’), Aitor Córdoba, Goldar, José Matos (Mourad, 87’); Atienza (Pablo Valcarce, 73’), Elgezabal; Curro Sánchez, Mumo (Raúl Navarro, 67’), Gaspar Campos; y Álex Bermejo (Juan Artola, 73’).

Granada CF: Raúl Fernández; Puertas (Bryan Zaragoza, 58’), Víctor Díaz, Cabaco, Torrente (Miki Bosch, 5’), Jonathan Silva; Sergio Ruiz, Pol Lozano (Bodiger, 78’); Callejón (Perea, 78’), Uzuni y Weissman (Jorge Molina, 58’).

Goles: 1-0: Gaspar Campos, min. 8; 1-1: Jorge Molina, min. 69; 1-2: Uzuni, min. 83; 1-3: Jorge Molina, min. 90+8.

Árbitro: Aitor Gorostegui Fernández-Ortega, del comité vasco. Amonestó a los locales Elgezabal y Juan Artola, así como a los visitantes Antonio Puertas, Jonathan Silva y Weissman. Expulsó con roja directa al local Mourad y a Nico Bosch, entrenador de porteros visitante.

Incidencias: Encuentro correspondiente a la 30ª jornada de Liga en Segunda División, disputado en el estadio El Plantío, ante 9.014 espectadores. Los porteros de ambos equipos vistieron de color negro como homenaje a Iribar.







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