Formas de ganarse la vida en Granada: un carrusel ecológico

El peculiar tiovivo que hace veinte años creó José Carlos Beneroso es ya un elemento más de la Plaza Bib-Rambla de Granada

carrusel ecologico
José Carlos Beneroso, dando pedaladas en el carrusel ecológico de la Plaza Bib-Rambla | Fotos: GD
Guillermo Ortega
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Ese peculiar tiovivo ya es a estas alturas un elemento más de la Plaza Bib-Rambla, hasta el punto de que a quienes viven en Granada les resulta difícil concebir ese espacio sin él. El carrusel ecológico no necesita gasoil, electricidad ni nada parecido porque se mueve con la fuerza de unas piernas; unas piernas que activan los pedales de una bici y hacen que giren y giren cigarrones, mariquitas y calesas sobre las que se divierten los niños. Es una alegría fugaz, apenas tres o cuatro minutos. Después, los críos bajan y se llevan como premio un chupa-chup. Luego suben otros y el carrusel, como la rueda del mundo, vuelve a girar y a girar.

Quien está dando pedales se llama José Carlos Beneroso Barroso. Nació en Algeciras en 1961 pero lleva viviendo 24 años en Granada. Montó ese negocio en 1999, primero lo instaló en la Plaza de las Pasiegas, luego lo trasladó a Puerto Real y hace 16 años lo colocó en Bib-Rambla.

Aunque eso de colocarlo es mucho decir, porque es un tiovivo de quita y pon. Sólo funciona los fines de semana y el empresario, los jueves por la noche y cuando ha terminado el horario comercial, lo lleva todo en una furgoneta y empieza la tarea del montaje, que se prolonga durante al menos tres horas.

José Carlos Beneroso, que en fiestas señaladas también monta otro carrusel ecológico, pero de neumáticos, en Puerta Real, come de esto. Es su forma de ganarse la vida. La atracción infantil la diseñó él mismo y las figuras las confeccionó un carpintero. No oculta su orgullo por lo bonito que le quedó todo, cuida sus elementos con mimo.

Las figuras son de madera y fueron diseñadas por el dueño del tiovivo.

Los días en los que el carrusel no funciona, está reparando alguna pieza o trasladándose con su furgoneta a otras ciudades donde requieren sus servicios. No cercanas, precisamente. “Me han llamado para ir a Burgos, a Santander… Donde me contratan voy, porque no está la cosa como para despreciar un trabajo”, comenta.

El más sorprendente que le ha llegado nunca vino por teléfono. “Me llamó un día un hombre que dijo llamarse Felipe González y trabajar para TeleCinco. Como es comprensible, me quedé estupefacto, pero el hombre me aclaró de inmediato que no se trataba del expresidente del Gobierno, sino de un productor del programa, que quería alquilar el tiovivo para una prueba de los concursantes. Uno tenía que ponerse a los pedales mientras los demás iban subidos a las figuras”, rememora.

Ahí sí dejó que subieran adultos, algo que también permitía hace años en Bib-Rambla pero que terminó por prohibir. “Por un lado, aquello se me llenó de padres con hijos y había trayectos donde tenía más padres que hijos ahí arriba. Y no sólo eso, sino que los padres son más caprichosos que los niños, los van cambiando de sitio cada dos por tres y así hay riesgo de que se puedan caer”, cuenta. Por suerte, en todos estos años no ha ocurrido ningún percance.

El conjunto es muy atractivo y los niños lo adoran.

Aunque no es el único motivo. Tampoco oculta que, cuanto más peso lleve el carrusel, más le cansa a él dar pedaladas. “Hay que tener en cuenta que tengo que mover una plataforma, las figuras, el techo… Si a eso le sumas 24 niños, que son los que caben, ya son casi 800 kilos. Si encima hay adultos, más esfuerzo aún”, resume, y aclara que con los niños casi nunca ha tenido problemas. “Depende de quiénes vienen con ellos, porque a veces hay un chico montado y siete personas fuera diciéndole cosas y poniéndolo nervioso. Pero por lo general los niños son tranquilos y hacen caso cuando les tengo que decir algo”.

Los fines de semana se pasa entre ocho y nueve horas al día encima de la bici y eso le permite estar en forma, tener buenas piernas. Le satisface, pero aún más que lleguen jóvenes “que ahora tienen más de veinte años y que me recuerdan que venían aquí con sus padres y sus abuelos”. Es, asegura, el mejor reconocimiento a su trabajo. Que posiblemente tenga continuidad cuando él se retire porque uno de sus hijos ya le releva en el sillín de vez en cuando.







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