El sueño de Philippe Petit

La historia del hombre que conmovió al mundo sobre una cuerda.

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Cineptos Zinescrúpulos | @cineptos
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Me acuerdo cuando un amigo me enseñó unos fragmentos de un documental que le había entusiasmado: Mientras la cámara grababa las vistas de París desde Notre Dame, una voz en off decía:

 “Empecé en el funambulismo siendo autodidacta. Soñaba, no con conquistar el universo, sino con ser un poeta que conquistara escenarios espectaculares.”

Era la voz del francés Philippe Petit, el protagonista  de Man on wire.

Un poco desconcertada por la cita, me puso después unas imágenes de Philippe como si anduviese de puntillas en la nada,  sobre una cuerda entre las torres de Notre Dame. Un poeta que conquista escenarios espectaculares… nadie lo podría haber descrito mejor, me dije.

Al poco tiempo vi la película entera y pude por fin conocer de la mano del propio Philippe y la gente que le rodeó, la hazaña de la que formaron parte a principios de los 70,  que no fue otra que el sueño de un obstinado funambulista de cruzar sobre la cuerda las torres gemelas del World Trade Center de Nueva York.

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El documental cuenta con material fotográfico y audiovisual real, y su director James Marsh, lo complementa con escenas ficticias para adentrarnos mejor en el día de “le coup”, el día del golpe.

La historia está narrada por el propio Philippe con la fuerza y pasión que lo caracterizan, embriagándote y contagiándote  de su energía, tomando parte también en la narración, como antes he dicho, sus colegas,  cuyos testimonios enriquecen la historia y nos dan a conocer mejor la peculiar personalidad de Philippe.

Todo ello se cuenta de manera no lineal, dando saltos en el tiempo y no sólo mostrándonos la proeza neoyorquina, sino también momentos anteriores en la vida del protagonista, que en parte sirvieron de preparación, y fueron el comienzo para hacer tangible el sueño de Philippe:  “Cuando uno tiene un sueño el objeto de ese sueño es tangible, está ahí, es quijotesco, pero está ahí, acosándote, ¿sabes? Desafiándote…”

El documental consigue que la película se pase volando (como parece que hace Philippe Petit en la cuerda) y la historia por sí sola es emocionante.

Tras ver la película es inevitable hacerse  preguntas respecto al acto de Philippe:

¿Por qué es capaz de emocionar?

Y si lo hace a través de una pantalla  (resulta fácil acompañado además de la música de Gymnopédie de Erik Satie), ¿de qué manera emocionó en el preciso momento en que ocurrió?

 

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Viendo de nuevo el documental, encontré una posible respuesta. Uno de los agentes explicaba a las cámaras que había contemplado algo que nadie más vería en el mundo, algo único.

Algo irrepetible y sublime, un acto fugaz sin causa, que en sí mismo supera y emociona al hombre… Pensé con envidia en la gente que tuvo la suerte de ver a Philippe Petit en acción. Fueron testigos, en mi opinión, del arte en su estado más puro.

Un artículo de Cineptos Zinescrúpulos







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