El Regomello

barrio Albaicin, paseo de los tristes y carrera del Darro en Granada
Imagen ilustrativa | Archivo GD
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Hay quien sostiene, en nuestra Ilustre Universidad, que Granada vive bajo el influjo del pasado moro en lo cultural; hasta el punto de que ha conformado nuestro carácter colectivo. Así es como se ha forjado un particular y local regomello. Regomello que se diferencia de la culpa cristiana, del cargo de conciencia cuando ya se es consecuente con los propios actos. No, no estamos hablando de un análisis religioso, moral o psicosocial. Nada tiene que ver la psicología social en esta particularidad loca; esta ciencia investiga a la busca de universales. No. Este carácter que quiere marcar un destino le viene de maravilla a nuestros investigadores universitarios at home.

Este regomello es más parecido a un remilgo, un peso por despojarse de ese pasado moro a la busca de un origen, de un mito de fundación. Paradójicamente es un imposible porque ese peso se reparte colectivamente con desigual fortuna en diferentes achaques (reuma, malafollá, artritis, fuimos un reino -¡oh, calamidad: un reino moro!-.

Dicen los entendidos que son muy, muy de izquierdas, que la derecha es cateta. Pero esto no es más que un supremacismo intelectual (normalmente esos muy, muy de izquierdas son hijos de familias muy, muy de derechas). El caso es que la derecha local ha explotado el regomello con extraordinarios resultados electorales, sobre todo desde el año 2000. En tiempos pretéritos y no democráticos también, pero ese es otro cantar.

Toda su estrategia estaba basada en lo siguiente: Como antiguo Reino, Sevilla nos roba. Por eso la buena acogida de las propuestas de ascensores, escaleras mecánicas, telesféricos o Ronda Este. Eran propuestas que iban a tener un no seguro por razones medioambientales o patrimoniales. La Junta de Andalucía no tenía más remedio que apelar a estas razones porque eran norma, ley. Cierto es que algunas de estas propuestas chocaban con los propios planes especiales de protección urbanística de barrios como el Albaicín o Centro aprobado por el Ayuntamiento. Pero eso era una minucia, peccata minuta, detalles menores. Lo importante era el agravio. No cabe duda de que estas propuestas tuvieron éxito electoral. La Junta, sus responsables, en no pocas ocasiones fueron timoratos en sus noes y a veces sonaban a un ya veremos.

Al final llegó la crisis, y a pesar de que con crisis o sin crisis todas estas propuestas fueron una gran nada, empezó a relucir la gigantesca deuda municipal y los Reyes del antiguo Reino resultaron ser los Reyes del Mambo, con detenciones incluidas.
Sí, todo cambió. O al menos eso creíamos. Lo que pasa es que la derecha no quiso enterarse. Y hace cuatro días comenzó a hablar de nuevo de ascensores, de escaleras mecánicas, de telesféricos y de Ronda Este. Y entonces pensaron: ¡Coño, la Junta somos nosotros ahora!, ¿y si nos dicen que no?

Y esta duda se convirtió en pánico, pero ya no podían echarse atrás. Y sobre todo, y a pesar de la apuesta de algún medio de comunicación por generar debate sobre este asunto, a los súbditos del Reino les trajo sin cuidado este debate. A las súbditas más todavía porque estaban movilizándonos al conjunto para el 8M, ya sin regomello ninguno. Y se vieron perdidos, huecos. Sólo sonaba a sorna, a mascarada, a chufla. Entonces se les ocurrió pedir consenso. Pero ya era tarde. Y cuando uno llega tarde tiene la opción de retractarse o de hacer el ridículo. Y han decidido empecinarse: el parking de la Alhambra. ¿Qué más da que haya una concesión y que la rescisión del contrato sea millonaria, por apelar sólo a una razón para pensar si conviene convertirlo en propuesta estrella o no?
No tienen regomello ninguno.







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