El nombre de la semana

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El nombre de la semana en la actualidad granadina no habita en Granada. Enrique Pina, Quique para sus allegados, que son pocos, más que nada porque el hombre que dirigió en la lejanía los destinos del Granada CF durante siete años, de 2009 a 2016, era introvertido, tímido. Al menos, lo aparentaba y como en su distanciada estadía en esta ciudad cultivó con escaso esmero las relaciones públicas, cuando este miércoles se supo que la UDEF cerraba el círculo en su torno lo que más se vio y escuchó fueron codazos de complicidad y un comentario del tipo "se veía venir" y hasta "mucho han tardado".

Vaya por delante la presunción de inocencia, pero en todo caso, era proverbial observar la reacción en la prensa nacional, donde para centrar al personaje se le presentaba en los titulares como el ex presidente del Granada CF, obviando que su relación actual no existe con el club rojiblanco y sí con el Cádiz. Aunque, bien mirado, los hechos que se investigan, según los primeros indicios, tienen mucho que ver con la estancia en la ciudad donde, paradójicamente, apenas residió.

No quiero pensar en la reacción de esa masa amorfa, acrítica, que puebla hoy las gradas de los estadios, de lo que Granada no es excepción, si Pina estuviera todavía al frente del club: pancartas de apoyo que, con todo, no descarto que las veamos en la próxima cita liguera en Los Cármenes. Es el triste sino de los últimos tiempos del fútbol, que convive mejor en España con tipos malenencarados como Lopera o Jesús Gil y expulsa a Valdano de los banquillos o la gestión porque lee a Borges y viste de Armani.

En este caso concreto, Pina ha vivido del éxito deportivo de unos ascensos fulminantes tras una desesperante y prolongada época de fracasos. Lo que siguió, las sucesivas temporadas en Primera fueron una agitación deportiva y de gestión. Es cierto que el equipo se mantuvo, sí. Pero por demérito de los rivales: cada vez que el Granada afrontó la salvación abocado a un triunfo el partido resultó en derrota, aunque un gol de Agüero, un autogol en Valladolid, un "que se besen" en un empate pactado en otro campo a la misma hora... evitaron el desastre. Y en gestión, los fichajes y desfichajes, la política de hacer tabla rasa con la plantilla borrando del diccionario la palabra 'planificación' porque convenía a su negocio de intermediario más que a la sostenibilidad del club, ese mercado de enero en que se renovaba medio equipo -muestra palpable de que los fichajes se habían hecho mal en verano- era como jugar a la ruleta rusa hasta que la bala salió. Con el aval de aquel ascenso que devolvió la Primera División a una ciudad ausente de fútbol de 'serie A' durante 35 años, Pina se permitió lanzarle pulsos a un Ayuntamiento legítimamente constituido. Amenazó con llevarse el equipo a otra ciudad y apuntó contra un gobierno municipal que debe rendir cuentas ante todos los granadinos, a los que les gusta el fútbol y también a los que no les gusta.

Este ha sido Pina en su paso por Granada, aunque algunos lo añoren: vino a hacer negocio sin hacer primero equipo. La investigación policial y judicial iniciada apunta a indicios de que el negocio lo hizo, presuntamente anteponiendo sus intereses a los del club, aunque esta afirmación deberá ser ratificada en los cauces del Derecho si finalmente os hechos ahora en indicio se confirman como probados.

Y no es hacer leña del árbol que está cayendo: estoy desde el principio entre las escasas voces que levantaron la voz en contra de esa manera de gestionar un club que lleva el nombre de Granada y acumula un patrimonio simbólico gracias al cual Pina y su directiva se beneficiaron de un estadio regalado y otras prebendas más. El ex presidente ha gozado en estos años de la prensa deportiva más aplacada y benévola que ningún otro de sus predecesores en la gestión del club tuvieron en su octogenaria historia. Y así, cuando alguna tímida voz se levantaba contra el 'modelo Pina', un coro bendito reaccionaba tildándonos de 'malos granaínos' que en el fondo estábamos deseando la derrota y el descenso del equipo.

En el fondo, y a expensas de lo que finalmente resulte en esta investigación, el caso de Pina es habitual en el dislocado fútbol de ahora, donde tantísimos millones se mueven a velocidad de vértigo en un mundo sin barreras que facilita el vacío de controles gracias a la dinámica de las competiciones. En un fútbol dominado por los representantes e intermediarios de jugadores, es a éstos a los que les interesa mover la 'mercancía' (los futbolistas) cuantas más veces mejor e imponer cláusulas de rescisión desorbitadas que cuando se materializan automáticamente redundan en una escalada de precios al alza que no hace más que beneficiarles. Los directivos buscaban antiguamente en el fútbol relevancia social. Hoy, es el negocio por el negocio. Pina, en esto, ha sido un maestro.

 







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