El drama de los desahucios: una familia de Ogíjares logra aplazar su desalojo | Galería y Vídeo

El matrimonio y sus dos hijos, con el apoyo del alcalde Francisco Plata y de Stop Desahucios, han logrado dos meses de plazo para tratar de negociar con la entidad bancaria

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Conchi llora mientras se le comunica el desalojo | Foto: Dani Bayona
Redacción: Juan Prieto @juanprieto10 | Imagen: Dani Bayona y Javier Gea
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Es una imagen demasiado habitual en España, algo a lo que la población ya se ha acostumbrado. Gente que pierde su casa por no poder afrontar los pagos de la hipoteca. Los datos indican que son más de 100.000 las familias que se han quedado sin su vivienda habitual en los dos últimos años en el país, con más de 600.000 desalojos hipotecarios desde que empezó la crisis. En Granada la sangría no cesa y en 2015 aumentaron un 38 por ciento con respecto al año anterior. Pero de los datos, fríos y calculados, se pasa a los casos concretos de desalojo que, uno a uno, tratan de detener desde las diversas plataformas de Stop Desahucios. Uno de estos dramas, con voz, con rostro, ha tenido lugar en Ogíjares. Es cuando se percibe que no se trata de números, sino de personas que viven el inimaginable momento de verse obligados a marcharse de su hogar por no poder pagar los recibos al banco.

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Francisco (38 años) y Conchi (39) llevan varios años en el paro, prácticamente sin ingresos ni ayudas. Han perdido su piso. Hoy tenían que abandonarlo por orden judicial. Tienen dos hijos, un joven de 19 años y una adolescente de 14. Los vástagos nacieron en esa casa y en ella se han criado. Por eso Conchi se niega a marcharse: “Aquí está toda mi vida. Mis hijos lo están pasando muy mal y mi marido, peor todavía”.

Su caso es, como todos, muy complicado. Según relata ella, la deuda total con la entidad bancaria asciende a 15.000 euros y por esa cantidad su casa ha salido a subasta y es propiedad del banco desde 2013. “Tengo voluntad de pagar, pero ellos dicen que la casa es suya y que la venden por 70.000 euros, y ni siquiera me conceden un préstamo para afrontar esa cantidad. Me han dicho que pida el dinero a otro banco. Mi marido y yo estamos parados. Y lo único que me ofrecen ahora es un alquiler social durante tres meses, a 300 euros al mes, para darme tiempo a abandonar el piso. Llevo 22 años pagando y ahora me lo quitan por 15.000 euros”.

La teoría que maneja Conchi es que el banco quiere aprovecharse y ganar dinero a su costa. Declara que ha pagado durante 22 años, que adeuda solo 15.000 euros y que quieren vender el inmueble por 70.000 euros, ganado así más dinero: “Es una estafa, un robo”, manifiesta indignada. Desde la entidad, sin embargo, se asegura que la versión es muy diferente. Que no se pagó parte de la primera hipoteca y que se hizo una ampliación por 15.000 euros, cantidad que tampoco se ha abonado. El banco insiste en que la deuda está alrededor de los 70.000 euros.

Conchi ha encontrado apoyo en el Ayuntamiento de Ogíjares. Su alcalde, Francisco Plata, ha mediado en el caso con la entidad financiera para tratar de lograr un acuerdo. El primer edil ha estado, con buena parte de la Corporación Municipal, mostrando su apoyo a la familia afectada, al igual que Stop Desahucios, que ha impedido el paso al piso de los representantes judiciales. De momento, el abogado de la plataforma ha negociado un aplazamiento y el desalojo de la vivienda ha sido fijado para el próximo 8 de septiembre, dando así tiempo a que ambas partes traten de lograr un acuerdo que evite que Francisco, Conchi y sus hijos tengan que abandonar su hogar. Pero desde el Juzgado han sido claros: “Si no se soluciona, la próxima vez que vengamos no lo haremos solos. Y puede que sea de día… o de madrugada”.

No obstante, Conchi espera que no sea necesaria la intervención de esas fuerzas del orden público con las que ‘amenazaba’ el portavoz del Juzgado, y apela a su voluntad de negociación para que desde el banco no sean tan inflexibles: “Me siento arropada por mi pueblo, por mis vecinos, por el alcalde y, sobre todo, por la plataforma de Stop Desahucios, que ojalá los hubiera conocido antes”. Sus lágrimas no le permiten hablar más, pero los besos y abrazos del cerca del centenar de personas que le han ayudado a evitar la primera intentona judicial de echarla de su hogar, la han animado a espetar: “Jamás me iré de aquí”.

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