"Para proteger los derechos de la infancia hay que ver por encima de la pandemia"

Artículo de opinión de David Carmona Barrales, vocal de la Sección de Psicología de la Intervención Social del Copao, con motivo del Día Universal del Niño que se celebra este 20 de noviembre

David Carmona COPAO
David Carmona Barrales, vocal de la Sección de Psicología de la Intervención Social del Copao | Foto: Gabinete
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El vocal de la Sección de Psicología de la Intervención Social del Copao, David Carmona Barrales, analiza en este artículo de opinión con motivo del Día Universal del Niño que se celebra este 20 de noviembre el recorrido histórico de los derechos de los más pequeños. Llegando hasta nuestros días y concluyendo que es necesario "mirar desde la óptica de la infancia, con la mente, el corazón y el presupuesto". Aquí te lo reproducimos íntegramente:

Todas las situaciones de crisis, y esta lo es con letras mayúsculas, generan entornos de mayor desprotección y violencia hacia la infancia. La Fundación ANAR de ayuda a niños y adolescentes en situación de riesgo, ya advirtió del aumento significativo durante el estado de alarma inicial. Aunque los problemas derivados de la vulneración de derechos de la infancia tienen que ver con otros déficits que ya se venían produciendo anteriores a esta situación crítica. La pandemia viene a acuciar dichos problemas, pero desde las administraciones se tiende a usar demasiado la palabra pandemia para excusar la falta de diligencia en la toma de medidas.

En torno a la fecha del 20 de noviembre, representantes de diferentes organismos e instituciones suelen recordar que la Declaración de los Derechos de la Infancia, aprobada por la ONU tal día como este en 1959, es el documento relativo a derechos humanos que cuenta con una mayor ratificación de países en el mundo (todos menos Estados Unidos). El Colegio Oficial de Psicología de Andalucía Oriental, también tiene a bien unirse a esta efemérides, si bien queremos ofrecer también una visión crítica y constructiva al respecto, sobre todo en lo tocante a mejorar la participación y a la protección de la infancia.

Uno de los principales logros del desarrollo histórico de la Convención de los Derechos de la Infancia es el reconocimiento de que niños, niñas y adolescentes son merecedores de derechos, por lo que a lo largo de los años se han producido grandes avances en este sentido, sin embargo el control y el poder, sigue siendo predominantemente adulto, de ahí que los las iniciativas de participación de la infancia sigan siendo en la mayoría de los casos meritorias y encapsuladas en efemérides como esta. Pese a que los sistemas de participación hayan progresado mucho, la realidad es que estamos lejos de una participación real, en la que no acaban de diseñarse herramientas efectivas de participación adaptadas a la óptica de la infancia, con un impacto real y medible en las políticas nacionales, autonómicas y locales.

Parece que nos cuesta bastante deshacernos de ese control ‘adultocrático’ que, para mayor desgracia, si analizamos el fenómeno desde el punto de vista de la interseccionalidad, lo es también patriarcal, heterocentrista, clasista y muy influido por los sesgos étnicos y de no aceptar la diversidad funcional. Cuando hablamos de interseccionalidad, no nos estamos refiriendo a la sumatoria de situaciones de discriminación, como el caso de la discriminación múltiple, sino de esos espacios de intersección en los que concurren múltiples formas de discriminación y cuyos efectos no son sólo acumulativos, intersecciones éstas que hay que tener en cuenta a la hora de desarrollar herramientas y políticas de participación de la infancia. Caminando en línea recta no puede uno llegar muy lejos, decía el conocido personaje de Saint Exupéry, y en este caminar en línea recta nos ponemos unas orejeras más opacas cuando surgen situaciones críticas como las que estamos viviendo.

Precisamente, los fenómenos asociados a la pandemia, las restricciones y la sombra de nuevos confinamientos, parecen potenciar el discurso ‘adultocentrista’ y excesivamente nomotético, en el que no se tienen muy en cuenta todas estas variables de las que hablamos, donde lo “urgente” y “esencial” está legitimando durante mucho tiempo ya restricciones en los derechos de la infancia.

Hablar de protección es hablar de dotación de recursos humanos y de presupuesto

A lo anterior hay que añadir una variable que, desde el punto psicológico, nos preocupa mucho, y que tiene que ver con las situaciones de desprotección y maltrato infantil. Los déficits en nuestro sistema de protección a la infancia vienen haciendo más daño a la misma que el propio virus. Y sí, la pandemia ha venido a acrecentar estos problemas, que en gran medida han sido compensados con el arrojo de unos colectivos profesionales que, en precariedad y saturación, aprietan los dientes y ofrecen su esfuerzo oculto tras la pantalla de lo sanitario.

Es de justicia y la ciudadanía debe saber que nuestro sistema de protección a la infancia en sus distintos niveles, pese a ir mejorando, está lejos de poder ser garante de los derechos de la infancia, lejos de poder cumplir eficazmente el segundo principio de la citada Declaración, que habla del interés superior del menor y habla de que los niños y las niñas gozarán de una protección especial y dispondrán de oportunidades y servicios para su desarrollo físico, psicológico y social. No es este el único de los principios que no se está logrando de una manera equitativa y, no lo decimos desde un punto de vista corporativo, sino desde la perspectiva de los derechos de la infancia, cuando explicamos que se dan situaciones en las que, pese a que sea obligatorio y por norma en Andalucía que, en todas las valoraciones de riesgo o desprotección de menores en los Servicios Sociales Comunitarios ha de existir una valoración psicológica, pero esto también está lejos de una realidad en la que, en algunos casos la ratio de familias a las que atender por profesional de la psicología es inhumana, y en otros ni siquiera se cuenta con la presencia de profesionales de la psicología, con el consiguiente menoscabo de los derechos de la infancia y de sus familias.

Desde el Copao y su Sección de Psicología de la Intervención Social, sensibles a la problemática seguiremos reivindicando a la vez que tendiendo la mano a las Administraciones Públicas para conseguir cumplimiento eficiente la normativa que garantice la adecuada cobertura de los derechos de la infancia.

El hecho de que tengamos esta situación, es una situación arrastrada, no es consecuencia de la pandemia y no depende tanto de quién esté en el mando político, sino de si se tiene capacidad de mirar desde la óptica de la infancia, con la mente, el corazón y el presupuesto, haciendo valer aquello de que 'obras son amores y no buenas razones'.







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