Dan Baird en Granada: Rock and Roll y ya está

El estadounidense da muestras de su dominio de un género atemporal con un magnífico concierto en la sala Planta Baja

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Un momento de la actuación de Dan Baird y su grupo en el Planta Baja | Foto: David Moya (ConciertosenGranada.es)
Guillermo Ortega
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Resulta tentador empezar una crónica de un concierto de Dan Baird mencionando que es un jornalero del rock, un tipo que toca por las noches en salas de poco aforo para ganar a cambio un puñado de euros y que por la mañana, sin saber muy bien en qué ciudad ha dormido, carga los instrumentos, se sube a la furgoneta y recorre otro montón de kilómetros para volver a aterrizar en otra sala de similares dimensiones y hacer de nuevo lo mismo, sin esperanza alguna de que su suerte, a estas alturas de la vida, vaya a cambiar. El éxito y la fama ya no le van a llegar.

Tentador, pero también demasiado trillado. ¿Quién quiere volver a leer historias de rockeros de Tercera división? Dan Baird, muy probablemente, no. Cuando está ahí arriba, dominando el escenario, seguro que ese tipo no piensa en su mala fortuna ni en lo injustas que son a veces las cosas. El rock and roll, como otras muchas cosas, es un oficio. Y entre los que ejercen cualquier oficio hay caraduras y gente honrada, personas que se ganan la vida haciendo su trabajo lo mejor que saben y pueden y que, cuando están en el tajo, se preocupan de hacer las cosas bien y no de las facturas que hay que pagar ni ese tipo de asuntos. Dan Baird está sin duda entre ese grupo de gente cabal y es estupendo saberlo.

Al frente de un cuarteto llamado Homemade Sin (¿cómo son los pecados caseros? Leído así, casi apetece cometerlos), el estadounidense dio un magnífico concierto en la sala Planta Baja de Granada, donde en hora y media, del tirón y sin bises, repasó su larga trayectoria, que arrancó a mediados de los ochenta con The Georgia Satellites y que se ha ido manifestando periódicamente en discos de rock sólido y bien facturado. Que son dos adjetivos que cuadran también con lo que se vio en su actuación granadina, porque aquello sonó bastante bien, muy profesional.

Las guitarras (la de Baird y sobre todo la de Warner Hodges, que en su momento brilló con otro grupo reivindicable, Jason & The Scorchers) protagonizaron una noche envuelta en las mejores esencias. El grupo entusiasmó a los aproximadamente 150 espectadores que se congregaron en la sala y dio la impresión de que se divirtió también sobre las tablas, aunque sin caer en esa detestable autoparodia a la que han sucumbido otros de su quinta.

Dio tiempo para todo. Para canciones muy cañeras, para medios tiempos trotones y hasta para alguna baladita con la que relajar el ambiente. A Baird no le falló su voz aguda y nasal y tampoco le faltó energía para dirigirlo todo con maestría. Supo delegar en sus subordinados (Hodges cantó incluso una canción) y todos tuvieron espacio para el lucimiento, pero por fortuna no hubo interminables solos de batería ni ninguna de esas otras manías tan molestas en el género. Lo suyo fue sobrio y contundente.

Fue gratificante constatar que muchos recordaban Keep your hands to yourself (lo más parecido que ha tenido nunca a un hit), resultaron simpáticos sus breves guiños a Ramones y Led Zeppelin y dio mucho respeto verle bajarse al final del bolo y, sorteando con firmeza a los fans que querían saludarle, dirigirse al tenderete donde se exponían algunos de sus discos para firmarlos a quienes los pidieran. Es algo que forma también parte de su trabajo y él se lo toma muy en serio. Es una suerte que siga habiendo tipos así en este negocio.

 







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