Curiosidades, poco pulcras algunas

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Las condiciones de salubridad en la Antigüedad y la Edad Media eran mínimas | Foto: Gabinete
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¡Ay, la limpieza y pulcritud! ¡Cuánto se echa de menos en algunas ocasiones!

No, descuiden, no les voy a regañar. No guardo ni las más mínima duda sobre su aseo e higiene a nivel personal. Es más, yendo un poco más allá, no dudo ni tan siquiera que no sean todos ustedes personas honestas y honradas desde un punto de vista moral. Limpias en lo tocante a su integridad y ética.

Pero no, no van por ahí los tiros. Hoy no toca ‘clase’ de filosofía. Mi intención con el artículo que están leyendo o escuchando es que se relajen, que se olviden de los problemas durante unos minutos. Sin mayor pretensión que esa, su distracción. Para eso estamos en verano y hay que bajar un poco el pistón y dejarse llevar por los placeres, el divertimento y la distensión mental.

Hoy les voy a hablar de limpieza y aseo personal y de algunas curiosidades más.

Hace unos días llegó a mis manos un escrito que me llamó mucho la atención y suscitó mi curiosidad. En algún momento de su lectura me hizo gracia, pero no fue eso lo que más me atrajo de él. Hablaba fundamentalmente sobre la higiene personal y, en general, de la sociedad a lo largo de diferentes etapas de la historia. También lo hacía sobre curiosidades varias, alguna de las cuales quizás desconozcan. A mí, al menos, así me ha ocurrido.

Al visitar el Palacio de Versalles, residencia de los reyes de Francia durante parte de los siglos XVII y XVIII, podremos observar que el suntuoso palacio no tiene baños. Las condiciones de salubridad en aquellos años eran mínimas. Imagínense, pues, a los cortesanos miccionando por las esquinas y demás espacios en los enormes y hermosos jardines. En ese momento, estos, no solo se contemplaban, sino que se usaban como retrete en las famosas baladas promovidas por la monarquía porque no había aseos.

Por supuesto, también podemos hablar de esas fiestas y banquetes organizados allí y que en ocasiones podían alcanzar más de mil comensales. Las cocinas de palacio preparaban comidas sin la más mínima higiene, algo fuera de lugar en el mundo actual.

No es mi intención restarle romanticismo a esas películas tan folletinescas donde aparecen jardines de palacios de la época de Luis XIV de Francia plagados de hermosas damas abanicándose en las fiestas de la alta sociedad francesa de la época.

No quiero desmontar nada, pero la explicación de ese abaniqueo no reside en el calor sino en el mal olor que emitían debajo de las faldas (que fueron diseñadas a propósito para contener el olor de las partes íntimas). Volvemos, pues, a la falta de higiene de entonces. Tampoco era costumbre ducharse debido al frío y a la casi inexistencia de agua corriente.

En la Edad Media, por ejemplo, no había cepillos de dientes ni perfumes o desodorantes y mucho menos papel higiénico. De ahí viene ese conocido grito de ¡agua va! cuando, según la costumbre de aquella época, se arrojaban por los balcones y ventanas que daban a la calle las aguas sucias, excrementos, orines y demás inmundicias. Con ese grito, que se daba unos segundos antes de tirarlos, se advertía a los transeúntes del peligro que corrían si no se apartaban.

También, en la Edad Media, la mayoría de las bodas se realizaban en junio (el comienzo del verano). La razón era simple: el primer baño del año se tomaba en mayo; así que en junio, el olor de la gente todavía era tolerable. Sin embargo, como algunos olores ya comenzaban a molestar, las novias llevaban ramos de flores cerca de sus cuerpos para cubrir el hedor. De ahí, parece ser, la explicación del origen del ramo de novia.

Por otro lado, hay quien dice que podría ser para ahuyentar a los malos espíritus y proteger a las novias en el día de su boda llevando en su mano una especie de ramo con tomillo y ajo, entre otras especias. Era una forma de que la pareja no tuviera interferencias en el inicio de su vida en común. Tampoco sería descabellado pensar que este fuese el motivo de esa tradición.

Volviendo al aseo personal, les debo decir que los baños se tomaban en una sola bañera, enorme, llena de agua caliente. El patriarca de la familia tenía el privilegio del primer baño en agua limpia. Luego, sin cambiar el agua, llegaban los demás varones de la casa en orden de edad, mujeres, también por edad, y, finalmente, los niños. Los bebés eran los últimos en bañarse. Cuando llegaba su turno, el agua en la bañera estaba tan sucia que lo raro hubiese sido que algún bebé no muriese directamente nada más tocarla.

¿Se imaginan eso hoy en día, cuando los padres nos quitamos de la boca el mejor bocado para dárselo a nuestros hijos? Los padres nos quedaríamos sin ducharnos para que se pudiesen bañar ellos. Los hábitos higiénicos en la antigüedad eran terribles.

Los tomates, siendo ácidos, durante mucho tiempo fueron considerados venenosos. Las tazas de lata se usaban para beber cerveza o whisky. Esta combinación, a veces, dejaba a la persona tirada o caída en el suelo, entrando en una especie de narcolepsia (somnolencia extrema y de larga duración) inducida por la mezcla de bebida alcohólica con óxido de estaño.

En esas circunstancias, se daban incluso casos extremos donde se podría pensar que dicha persona pudiera estar muerta. Se recogía el cuerpo y se preparaba para el funeral. Luego se colocaba el cuerpo sobre la mesa de la cocina durante unos días. La familia se quedaba mirando, comiendo, bebiendo y esperando a ver si el ‘muerto’ se despertaba o no. De ahí el que a los fallecidos se les vele hoy en día en lo que llamamos velatorio o velorio, que es la vigilia al lado del ataúd.

¿Sabían ustedes que, a veces, al abrir los ataúdes al cabo del tiempo, se notaba que había rasguños en las tapas en el interior? Esto indicaba que la persona muerta, de hecho, había sido enterrada viva.

Por este motivo, al cerrar el ataúd, surgió la idea de atar una tira de la muñeca del difunto, pasarla por un agujero hecho en el ataúd y atarla a una campana. Después del entierro alguien se quedaba vigilando, junto a la tumba, durante unos días. Si el ‘difunto’ se despertaba, el movimiento de su brazo haría sonar la campana. Y sería ‘salvado por la campana’, que es la popular expresión utilizada por todos nosotros hasta hoy.

Supongo estarán ustedes un poco sorprendidos. Lo que les cuento es cierto. Imagínense eso hoy en día, simplemente impensable en una sociedad moderna y avanzada.

Esto nos lleva a demostrar que mucho de lo que hoy hacemos por tradición, lo hacemos sin conocer el verdadero motivo por el cual lo realizamos. También seguimos tradiciones sin sentido algunas de ellas.

Por eso les digo que, a veces, el mejor aliado para salir del desconocimiento es la lectura.

¡Lean, lean! Pero no olviden el aseo.







Comentarios

Un comentario en “Curiosidades, poco pulcras algunas

  1. Muy entretenido.

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