El día que el Real Madrid hizo un Real Madrid y 'salvó' al Covirán

El Palacio vibra en un agónico final de encuentro con retransmisión incluida por videomarcador del choque en el WiZink Center

Celebración Covirán Granada-Joventut
Los jugadores del Covirán Granada celebran la agónica permanencia en el parqué del Palacio Municipal de Deportes | Foto: Antonio L. Juárez
Miguel López Rivera
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Si en la infartante fiesta roja del Covirán ya era difícil ver una camiseta de otro color, de localizar a alguien en el graderío mejor ni hablar. Con todo, en el Palacio de Deportes había 'infiltrados'. Y explicamos el entrecomillado: eran infiltrados pero sólo en el color de la casaca. Desde las no pocas zamarras rojiblancas del Granada CF, que también se lo juega todo este fin de semana, hasta el amarillo del Jaén FS que se confundía entre los jerseys de los voluntarios también de esta tonalidad. Aunque todos, absolutamente todos, tenían 'otra' camiseta debajo: la de un Real Madrid que no fue el Real Madrid de siempre, pero sí porque hizo un Real Madrid en toda regla. Ya saben cómo va. Te pone el caramelo en la boca y luego, cuando el dulce ya está penetrando las papilas gustativas, te sienta en el sillón del dentista y te quita el caramelo, las muelas, los colmillos, los incisivos y hasta las propias papilas. Y menos mal, oiga.

De un color u otro, lo cierto es que todos tenían un objetivo común: convertir aquello en una caldera, un infierno para el Joventut de Birgander, o más bien 'Bigarder', el incombustible Guy, Tomic, Brodziansky e incluso Kraag –que no crack–, una suerte de doble de Caicedo pero sin la capacidad de levantar de sus asientos al Palacio. También se dejaron los colores en casa Paco Cuenca, Eva Martín, Marifrán Carazo, Pepe Entrena, Luis Salvador, Inmaculada López Calahorro, Antonio Granados, Beatriz Sánchez Agustino, Luis González, Paco Fuentes, Rocío Díaz, María de Nova, Vicente Azpitarte, Paloma Gómez o Manuel Pérez. Poco importaba que muchos de ellos estuvieran a tres días de la trascendental cita electoral del 28M. Unos en el palco y otros desperdigados por la grada, pero todos a una. Ese es el camino.

A la causa también se sumaron el cómico Christian García, Nani Castañeda y el resto de los Niños Mutantes, el exbaloncestista Nacho Pin y, quizás no en cuerpo pero sí en alma, más de medio millón de habitantes de toda Granada y el Cinturón. ¡Ah! Y también la Charanga La Pepa, más bien burdeos en vez de roja, pero que era algo así como una especie de orquesta del Titanic que calentaba aquello cuando los ánimos más decaían.

Y luego estaba el Real Madrid, un club capaz de darte un disgusto incluso cuando quieres que gane. Que tiene tela, ¿eh? Hasta los árbitros le anulaban triplazos épicos al mismísimo Sergio Llull. ¡Los árbitros! ¡A Llull! Todo en contra, pero había que confiar y el Palacio, que en el ecuador del último cuarto ya miraba casi más a la calle Goya que a Salvador Allende, entonaba aquello de 'Sí se puede, sí se puede'. Un cántico que se convertía en rugido tras los dos fallos seguidos desde la línea de tiros libres del Joventut tras técnica cuando menos discutible. Nervios a flor de piel y una recta final de Liga no apta para ‘corazones contentos’.

Es lo que tiene 'jugar' en dos canchas y que en una de ellas comparezca un equipo que tres días antes ha ganado su undécima Euroliga. Pero nadie puede dar por muerto al Real Madrid. Nunca. ¿Cómo pudo dudar un culé como este que escribe que tantas veces ha sufrido lo que el Real Betis en los últimos instantes en el WiZink? Porque al final el Real Madrid hizo un Real Madrid y la histórica salvación se quedó en Granada, con remontada inverosímil incluida y retransmisión por el videomarcador de los últimos segundos en un Palacio que ya tenía el triunfo ante el Joventut en el zurrón. Será más histórica si el sábado, y no se dan nombres propios para anular mufa, pasa lo que tiene que pasar y lo que todo el mundo espera que suceda. Puede que esta sea la única vez que se lo lean a este redactor, así que pidan un deseo: Hala Madrid y nada más. Pues eso.







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