El cambio climático afecta a la reproducción del ciervo en Doñana

Un estudio de la UGR señala que el aumento de las temperaturas y al disminución de las precipitaciones provocan el retraso en la época de celo

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La investigadora Marina Fernández Millán es la autora de la investigación | Foto: Archivo
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El aumento de las temperaturas y la reducción del nivel de precipitaciones en los últimos 25 años en la Reserva Biológica de Doñana han ido acompañados de un progresivo retraso en la época de celo (la berrea) de los ciervos, además de una disminución de la intensidad del comportamiento de celo, medido mediante la frecuencia de berridos que emiten los machos en esa época.

Así se desprende de un estudio realizado por investigadores de varias universidades españolas, incluida la Universidad de Granada (UGR), que han analizado los datos de campo recogidos durante 25 años por un equipo dirigido por el profesor Juan Carranza de la Universidad de Córdoba.

La investigadora Marina Fernández Millán, que lleva a cabo su tesis doctoral bajo la supervisión del profesor Carranza, ha recopilado y analizado los datos que el equipo integrado por investigadores de las Universidades de Granada, Málaga, Extremadura y de Córdoba han almacenado a lo largo de esos años.

El artículo, que se acaba de publicar en la revista PLoS ONEmuestra que la lluvia del otoño anterior es muy importante para que la berrea ocurra en su momento óptimo y con intensidad. Los datos satélite sobre el verdor (o actividad fotosintética) de la vegetación a lo largo de esos años muestran que el estado en primavera y verano de las praderas donde se alimentan los ciervos en el borde de la marisma es fundamental para el momento y la intensidad del celo, lo cual a su vez depende de la lluvia anterior.

“Un dicho popular dice que “los venados berrean cuando se les moja el lomo”, y puede que eso los active un poco en el momento, pero es la lluvia del otoño anterior la decisiva para que ocurra una buena berrea y en el momento adecuado para que las crías se desarrollen”, explica María Cristina Sánchez Prietoinvestigadora del departamento de Zoología de la UGR que participa en este artículo.

El trabajo de investigación también ha analizado la intensidad con que tiene lugar la selección sexual, es decir, en qué medida ciertos machos predominan sobre los demás en la competencia por fecundar a las hembras. Paradójicamente, cuando las condiciones son peores, es decir cuando ha habido menos precipitación y la hierba es más escasa, a pesar de que se escuchen menos berridos, mayor es el predominio de ciertos machos frente a los demás monopolizando a las hembras en sus harenes.

“Es decir: las malas condiciones hacen destacar a los mejores, aunque el balance general no podemos decir que sea positivo, ya que la escasez de lluvia y de alimento comprometen el éxito reproductivo general de las poblaciones de ciervos, con posibles efectos en cascada sobre otros elementos del ecosistema, tales como la competencia con otros herbívoros, silvestres y domésticos, el impacto sobre la vegetación, o incluso la situación sanitaria compartida por muchas de estas especies”, apunta la investigadora de la UGR.

El cambio climático, que ya viene afectando a nuestras áreas naturales protegidas, nos exige vigilar y analizar con modelos multifactoriales predictivos los efectos que está causando en los elementos de la biodiversidad que queremos proteger, de modo que los cambios en la gestión que se puedan requerir para adaptarse a la nueva situación puedan ser implementados de modo eficaz.

Para los herbívoros, es posible que las nuevas condiciones signifiquen una necesidad de mayor control demográfico de las poblaciones, tanto de domésticos como de silvestres, que conviven y compiten en muchos de estos espacios protegidos.







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