Buscando a “Sugar Man”

Searching for a Sugar Man nos abre una puerta a la Sudáfrica del apartheid y, a través de la búsqueda de una estrella musical perdida de los años 70 , nos hace replantearnos la naturaleza misma de la fama.

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Detroit, finales de los 60. Llueve a cántaros. Mike Theodore y Dennis Coffrey, productores musicales, entran en un local donde toca un joven cantautor llamado Sixto Rodríguez.

Al pasar la puerta, les recibe una densa capa de humo. Al fondo, una figura de espaldas canta mientras saca unos acordes a su guitarra.  Sus versos, crudos e inteligentes, desprenden una sutil crítica social, y no tardan en seducir a los productores. Éstos, sin pensarlo, le proponen grabar un álbum. De esa invitación nace “Cold Fact”. Doce temas que, inesperadamente, obtienen una nula repercusión en el público americano. Tras su inesperado fracaso, Rodríguez decide retirarse del mundo de la música, y dedicarse a su trabajo original, la construcción.

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Este es el contexto en el que comienza “Searching for a Sugar Man”, un documental que entrelaza historias que parecen no tener relación. De un lado, un obrero de orígenes mejicanos de Detroit con una fugaz carrera musical; del otro, un país aislado del mundo, sumergido en sus propios conflictos raciales y contradicciones.

Nadie sabe contar cómo entra el álbum “Cold Fact” de Sixto Rodríguez a la Sudáfrica de los 70. O de qué manera sus canciones con tintes políticos seducen a la juventud contestataria de aquel país y se convierten en un símbolo de la resistencia contra el apartheid. Lo que sí sabemos es que de todo este éxito Rodríguez no tuvo noticia alguna.

Veinte años más tarde, dos seguidores sudafricanos del artista, Stephen Segerman (dueño de una tienda de discos) y Craig Strydom (periodista), tratan de indagar y desvelar la pregunta:

 

¿Quién es Sixto Rodriguez?

A diferencia de sus famosas canciones, la vida del artista en el país era un auténtico misterio. Los rumores eran variados. Algunos decían que en un concierto se suicidó volándose la tapa de los sesos; otros, que se prendió fuego…

Tras largas pesquisas, al final Craig consigue encontrar a Mike Theodore, el antiguo productor. Hablando por teléfono con él, descubre con sorpresa no sólo que Rodríguez nunca se suicidó, sino que seguía viviendo humildemente con su familia en Detroit.

Segerman y Craig no tardarían mucho en dar con su ídolo y, semanas más tarde, tener la ocasión de entrevistarse con él. Cuando, en la cocina de su pequeña casa, le hablan de su inmensa fama al otro lado del mundo, Rodríguez se cree que le están tomando el pelo. Como prueba, ellos le proponen viajar al país y dar algún concierto, a lo que el cantante acaba aceptando.

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Llegando al final del documental somos testigos del furor que desata el artista en su viaje a Sudáfrica en marzo de 1998. Estadios repletos de gente entregada a su mito resucitado. Seis conciertos que zarandean al karma y apelan a la justicia poética. Un hombre que, una vez terminada la gira, sabiéndose leyenda, decide guardar la guitarra en la funda, y volver a su modesta rutina en Detroit.

Finalizaremos el análisis del documental con la gran reflexión que nos brinda su compañero de construcción Rick Emerson:

Lo que Sixto demostró, de una manera muy clara, es que todos elegimos. Él tomó todo ese tormento, esa confusión y agonía, y la transformó en algo bello. Es como el gusano de seda. Tomas ese material basto, y lo cambias. Lo transformas en algo que no estaba antes. Algo bonito, quizá transcendente, eterno. Cuando él hace eso, pienso que está representando el espíritu humano, de lo que uno es capaz. Cada persona elige, y ésa fue su elección, darte a “Sugar Man”.

¿Has hecho tú algo así? Pregúntatelo.

 

Un artículo de Cineptos Zinescrúpulos escrito por Pablo Guerra.







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