Sevilla-Granada: sufrir para seguir en Primera

El partido de hoy es una final en la que los sentimientos afloran y las emociones se entremezclan para poner a prueba, una vez más, los corazones rojiblancos

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Equipo del Granada CF | Foto: Archivo GD
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Hoy es uno de esos días. De los que temes y, sin embargo, estás deseando que lleguen. En los que sabes que vas a sufrir, pero también a disfrutar. Miras al campo, te tapas los ojos, de nuevo fijas la vista en el terreno de juego, después en el marcador, al instante en el reloj. Tratas de calibrar las sensaciones que te transmite el entorno, desde el césped y desde la grada. Confías. Dudas. Rezas. Murmullas. Los sentimientos afloran, las emociones se entremezclan. Se perciben variados estados de ánimo, algunos indefinibles. Los nervios te pellizcan en el estómago y el corazón se acelera y se encoge a la vez, mientras la cabeza pide calma. A veces se hace insoportable tanta tensión y, otras, te liberas con un simple suspiro, con una mirada al cielo, con una respiración profunda. Lo desconcertante es que aspiras a sentir todo eso. No te lo quieres perder. Es la grandeza del deporte, del fútbol.

Diferentes generaciones de granadinistas han vivido ya muchos momentos así. Ochenta y cinco años de historia dan para mucho, desde los que cuentan que nunca vieron la ciudad como aquel día que se logró el primer ascenso a la máxima categoría, en 1941, a los que recuerdan como si fuera ayer la final de Copa del 59; los dos ascensos de los años 60, o la época dorada de los 70. Uno, que ya peina canas, recuerda ahora gestas que se han quedado talladas en la memoria, donde perduran para alimentar los buenos recuerdos y hacer olvidar los malos, que también los ha habido. Pero los últimos años han sido pródigos en este tipo de situaciones. Ha habido una gran final cada campaña: Alcorcón, Elche, Rayo Vallecano, Osasuna, Valladolid e, incluso, la del Atlético de Madrid la pasada temporada que, pese al pasteleo evidente, uno nunca se termina de fiar.

Hoy es otro de esos duelos. El envite en el Sánchez-Pizjuán ante el Sevilla es de los que pasarán a engrosar esa lista de partidos para recordar, la constante de los últimos seis años. O se gana o se desciende. No hay otra, salvo milagro más que improbable. Cinco mil aficionados rojiblancos empujarán a su equipo desde las gradas, y otros miles de granadinos lo harán a través de la pequeña pantalla. Todos, a su vez, estarán pendientes de lo que sucede en otros encuentros, especialmente de ese dramático Getafe-Sporting, donde un empate sería un regalo de la diosa Fortuna. También, de reojo, de lo que hagan Deportivo o Rayo, aún metidos en la pomada. Será una tarde prolífica en esas emociones relatadas. Para reír o para llorar.

Y sin tener muy claro aún cuál será la actitud del Sevilla, en el aspecto meramente deportivo espero que José González y sus jugadores sepan gestionar bien los momentos claves del encuentro. Hay que controlar la ansiedad, pero ser intensos; estar concentrados, no cometer errores atrás, ni en la salida del esférico, y aprovechar cualquier concesión del rival, especialmente a balón parado o a la contra. Los pequeños detalles son los que deciden estas finales. Ante la importante ausencia de Success, el acierto de El-Arabi es fundamental, tanto como que Rochina se sienta cómodo y tenga libertad de acción en ataque para dirigir al equipo. Posiblemente, de su talento dependa la permanencia.







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