Primarias en el PP

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Imagen de archivo de una visita a Granada del expresidente del PP Mariano Rajoy con el presidente del PP en Granada, Sebastián Pérez y el presidente del PP-A, JuanMa Moreno | Archivo GD
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Para las primarias que el PP celebra en toda España para elegir al candidato que sucederá a Mariano Rajoy al frente del partido se han inscrito unas 65.000 personas, menos del diez por ciento del censo declarado de militantes. Para el congreso provincial en el que Sebastián Pérez resultó reelegido presidente de los populares granadino se inscribieron y votaron más de cinco mil personas, casi el cien por cien de afiliados.

Las dos cifras y los porcentajes cotejados inducen a pensar varias cosas y ninguna es positiva, en este caso particular para el PP y en general para todos los partidos políticos si se mira desde la perspectiva de su baja afiliación y la consecuente falta de representatividad en el papel de cauce de representación ciudadana que les reserva la Constitución. De entrada, resulta sorprendente que en unos momentos en que la política nacional ha puesto los focos en la sucesión de Rajoy y la incógnita del liderazgo en uno de los partidos protagonistas de la historia reciente de España, sean los propios afiliados los que vuelven la espalda a un debate que, por mandato constitucional, están obligados a practicar los partidos, como es el de la democracia interna. De otro lado y al nivel provincial, aun cuando la irrupción de tres candidaturas para disputar a Sebastián Pérez la presidencia granadina resultase en aquel 2017, hace menos de año y medio, un tanto tensa, resulta difícil de tragar que prácticamente toda la militancia se movilizase entonces para un congreso provincial.

Así lo entendió la candidatura derrotada, que encabezaba el buen concejal que fue de Cultura Juan García Montero, cuya denuncia en los tribunales se sustancia en estos días. Gracias a declaraciones de los testigos en ese juicio hemos sabido que había manga ancha en la observancia, dictada por los reglamentos internos del partido, de estar al día en el pago de las cuotas. Unas cuotas que son generosamente fijadas en cantidades casi simbólicas que muchos dejan de pagar sin que el partido se moleste en depurar el censo para tener la fotografía fija del número de afiliados.

Ellos sabrán por qué. Pero el espectador escéptico está tentado a pensar que se trata de mantener artificialmente inflada la cifra para presentarse en los congresos con mayor número de compromisarios y, en consecuencia, mayor poder de influencia en las votaciones y los resultados finales. Como esta baja inscripción de las primarias de ahora parece indicar, se trata de unas trampas al solitario que practican al unísono las distintas delegaciones provinciales del partido, en las que todos conocen la 'triquiñuela' del censo inflado pero ninguno denuncia porque a su vez podría ser denunciado. Y sigo pensando que no son los populares los únicos que la practican.

En todo caso, el PP se aboca ahora a una segunda vuelta prevista en los reglamentos internos por los que se desenvuelve el proceso de sucesión de Rajoy. Una segunda vuelta en la que los 'barones' territoriales tiene ahora mucho que decir, frente al 'un hombre-un voto' que presidió la primera vuelta de las votaciones y que arrojó una ganadora: Soraya Sáenz de Santamaría. A día de hoy, no parece fácil que se pongan de acuerdo los dos finalistas para fusionar e integrar sus candidaturas. Así, si Pablo Casado -el segundo en la votación- se hiciera con la presidencia nacional del PP, tendría más difícil que sus predecesores expresar la queja por un pacto –‘de perdedores’, suelen decir en el PP- como el que llevó en mayo a Pedro Sánchez a la presidencia del Gobierno o el que tiene a Francisco Cuenca en la alcaldía de Granada.







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