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Flotamos en una superficie de máscaras y filtros.

Criaturas voraces de alimentos que nunca sacian, que nunca llenan.

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Nos alejamos de nuestra esencia en barcos de ropa, viajes, encuentros y desencuentros, ecologismo fingido, compromiso social con boca grande y manos pequeñas...

Posturas sin alma...

Gestos sin acción...

Siempre infelices, siempre insatisfechos.

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Las pestañas más largas, los ojos más grandes, la nariz más pequeña, la piel más joven,... Más alta, más delgada... cada vez más lejos de ti, cada vez menos tú.

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Y culpas de tu fracaso a tu jefe, a tu familia, al capitalismo despiadado, al marxismo inconsciente, a los machistas, a las feminazis, a la Iglesia y al Corán...

Y sigues hambriento.

Y creas espejismos para seguir alejándote hacia ese horizonte de perfección, de lunas inventadas y estrellas que brillan vacías de luz.

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Contemplas de frente la muerte desde el cristal de tu televisor... protestas, berreas, te revuelves en tu asiento... y apagas la pantalla... y vuelves a querer más.

Más justicia, más reconocimiento, más diversión, más... más... MÁS

Más tiempo, mejores amigos, más amor, un coche nuevo, más igualdad...

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Pero tus manos continúan esposadas e inmóviles. Tus ojos vendados por la falsa empatía.

¿Quién eres?

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Tus pies aferrados a un suelo que se cimbrea, que retumba… que pide a gritos que cambies de lugar.

¿Dónde vas?

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Y de nuevo pones tu filtro de felicidad.

Y te subes a ese barco que flota en una superficie llena de posturas sin alma. Cautivo en tu propia vida. Preso que huye de su ser.

Consciente que busca desesperadamente la inconsciencia. Pobre ignorante, de sabiduría descarada, de prosa fácil, de lírica incompleta y poesía descarnada.

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Con la esencia rota... con protesta en la boca y acción ahogada en la comodidad de su propia infelicidad.

Con la máscara, siempre con la máscara.

Pero rompes la cadena y dejas de mirar hacia fuera.

Lo sabes, lo sientes.

Las circunstancias sobran.

Eres tú… Eres tu felicidad.

Eres mucho MÁS.