La pesadilla de siempre, el terror nazarí y la ‘cara de tonto’

El Granada regala otro empate en el descuento | Nueve puntos merecidos sobre el tapete, sin embargo, tres puntos sumados | Hundidos en el descenso

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Sandoval se tapa la cara ante la incredulidad del empate del Espanyol.
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Da la sensación que en Granada la ruleta de la fortuna gira sólo entre empates y derrotas. Si el destino se ceba, hay preferencia por el empate con sabor a derrota. Ese es fatídico. Te deja inmóvil, sin reacción. Parte del trabajo y el sacrificio, aquel que te pone el triunfo en la miel de los labios, para finalmente arrebatártelo sin preguntar. Ahí es cuando entra por la puerta la cruda realidad del rojiblanco horizontal.

Otra vez. El Granada CF se curró todo el partido los tres puntos. Sandoval trabaja el partido, es algo que se nota y se aprecia. El despropósito viene por otros factores. El día de ayer no fue precisamente el mejor partido en cuanto a potencial ofensivo, pero se controló el centro del campo con un gran Krhin, donde se le negó el talento a Asensio, y también una defensa muy seria ahogó a Caicedo entre balones inútiles. Babin volvió a la zaga implantando la dictadura guadalupeña en el Powerade Stadium.

Fue en el minuto 58 cuando Piti puso su calidad al servicio del equipo en un lanzamiento de falta medido, para que Babin se alzara al cielo de Cornellà y cabeceara a la red. Éxtasis nazarí. No es para menos, los goles en Granada son caros y hay que celebrarlos como se merecen. Siguieron controlando el encuentro, pero todo se vino abajo en cuestión de minutos, otra vez. Sí, otra vez.

Foulquier aceptó el reto de Sandoval en su segunda titularidad consecutiva, se vistió de Laudrup y filtró un pase para Success. Al francés tan solo le falto mirar al tendido mientras ejecutaba la asistencia. Una pena que el ’11’ del Granada no estuviera del todo acertado ante Pau. Isaac se plantó ante la portería del Espanyol, la quiso esquinar a un lado, pero el meta blanquiazul le adivinó las intenciones y evitó el asesinato del partido. No mataron, y luego pasa lo que pasa.

Success fue el protagonista de las principales opciones de ataque. En una carrera de velocista, Rober Correa sólo supo parar a la bestia sacando a pasear un codo que impactó en la yugular del africano. Segunda amarilla y expulsión. Todo de cara para los rojiblancos. Sin embargo, todo estaba lejos de la realidad, la película preferida del Zaidín volvió a salir en la gran pantalla para horror de todos.

Sandoval decidió sacar a Fran Rico con la intención de aplacar las intentonas del Espanyol y controlar lo que quedaba de partido. Sobre todo, la pretensión del de Humanes era guardar un triunfo que dejaba respirar, sólo un poco, a los granadinistas. Antes se vio obligado a dar entrada a Salva Ruiz ante la lesión de Biraghi. Fueron los últimos quince minutos y el descuento, esos que atraen el miedo y la locura y que conocen bien por Los Cármenes. El Granada se perdió, se descompuso, se desconcertó, se noqueó a sí mismo en las tres contras que tuvieron claras para matar el partido. Un ejemplo fue la extensa carrera que se pegó Rochina sin sentido alguno. Condujo y condujo el balón hasta que su pase, muy tardío, fue desbaratado por Duarte. Piti y Success lo acompañaban en solitario por su izquierda. Nunca les llegó el balón.

Las propias ganas de sumar tres puntos condenaron, otra vez, al Granada. No mataron, y se dejaron recibir cuando más duele. Babin acertaba en su apreciación: “No dormimos el partido, no supimos esperar, y no aprovechamos las ocasiones para matar”. Caicedo envió dos puñetazos directos al costado rojiblanco, y abrió una trayectoria de rayas horizontales. Minuto 93 y en  fuera de juego. Pero ya no, las excusas empiezan a no servir. El resultado deja hundido al Granada con siete puntos. Sporting, Betis y Espanyol: Fueron victorias y se convirtieron en empates (de nueve puntos, tres). La misma película…la misma pesadilla. El terror nazarí y la ‘cara de tonto’.







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