La espectacular irrupción de un nuevo mariscal para la zaga nazarí

Granada CF - Getafe Murillo y Ciprian
David Sánchez ~ @sir_deivid7 // Foto: Álex Cámara
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Para aquellos que siguieron pendientes de la Segunda División, una vez que el Granada abandonó esta categoría, el rendimiento de Jeison Murillo no estará resultando sorpresa alguna, tras el espectacular año que protagonizó en la UD Las Palmas la pasada campaña. Sin embargo, para aquellos que no le conocieran, el asombro debe ser mayúsculo.

En un jugador de tan corta edad -y sin experiencia en Primera División- el rendimiento y la madurez evidenciadas por Murillo en lo que va de campeonato suponen un hecho -cuando menos- inusual y fuera de toda lógica; máxime en una posición como la de central, en la que el bagaje y la experiencia suelen ser fundamentales, por lo que los jugadores que habitualmente ocupan este puesto en el campo suelen tener cierta edad.

En el caso del colombiano, lejos de ser un factor perjudicial, su juventud le otorga una serie de ventajas que lo convierten en un futbolista muy completo. Su velocidad y condición física óptima le permiten batallar tanto con delanteros rápidos y habilidosos, como con arietes más corpulentos y estáticos, con un rol más fijo dentro de los equipos rivales.

 Salvando las distancias, no sólo individuales, sino de la exigencia que cada club trae consigo, resulta muy difícil evitar la comparación con el central merengue Raphael Varane. Con ello no se pretende decir que estén equiparados, ni que rindan al mismo nivel, o tengan la misma repercusión o valoración en un ámbito global, pero si que son dos jugadores similares en sus características, en su enorme proyección y en su precoz madurez; y, cada uno en su rol y en sus equipos, han enamorado a sus respectivas aficiones, arrancando los aplausos de la grada en una de las posiciones más difíciles para ello.

Además, Murillo no se encuentra nada incómodo en la salida de balón, y resuelve con bastante efectividad las situaciones de presión adelantada de los oponentes. Por si fuera poco, su altura le concede un plus en el juego aéreo, que domina con una solvencia y naturalidad impropias para sus pocos años. En esta faceta concreta, él y Diakhaté forman un tándem muy sólido, y restan esa alternativa a la baraja de opciones del rival.

Todo ello convierte al defensor sudamericano en una de las perlas de un Granada que pretende seguir creciendo, y que se va a beneficiar enormemente de la irrupción de jugadores jóvenes y -lo que es más importante- de su propiedad. Lamentablemente, no sería de extrañar que -dado el nivel que está mostrando- su paso por la entidad nazarí no perdurara por muchos años, y que algún grande llamara a su puerta, y lo tentara con una gran oportunidad para dar el salto a la élite.







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