La adicción al juego es entre dos y cuatro veces más frecuente en jóvenes de 12 y 17 años que en adultos

El juego patológico se caracteriza por un impulso persistente y progresivo que consume cada vez más tiempo, energía y recursos

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Foto: E.P./INTEL SECURITY
E.P.
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La adicción al juego, también llamada adicción comportamental, es entre dos y cuatro veces más frecuente en jóvenes de 12 y 17 años que en adultos, según ha informado el miembro de la Junta Directiva de la Sociedad Española de Patología Dual (SEPD), Ignacio Basurte, en el marco del I Congreso Mundial de la World Association of Dual Disorders (WADD) y el V Congreso Internacional de la SEPD, que estos días se celebra en Madrid.

Para padecer una adicción de este tipo debe existir una vulnerabilidad individual, dándose la patología dual (coexistencia de un trastorno adictivo y otro trastorno mental), siendo lo más frecuente otra afectación psicopatológica especialmente en forma de trastornos afectivos y/o de ansiedad, síntomas obsesivos compulsivos y trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH).

"El juego patológico, que es la única adicción comportamental hasta la fecha incluida en la clasificación de adicciones por las evidencias neurocientíficas que permiten equipararla a cualquier otra adicción a sustancia, es entre dos y cuatro veces más frecuente en jóvenes de entre 12 y 17 años que en adultos, con un riesgo añadido en esos adolescentes del 10 o el 14 por ciento de desarrollar una adicción al juego en la vida adulta", ha explicado Basurte.

En concreto, se dice que una persona es adicta cuando muestra una dependencia psicológica de la conducta de la que es adicto pensando continuamente en ella, perdiendo interés por otras actividades que antes eran gratificantes, y comenzando a tener graves problemas en la vida cotidiana.

El principal problema de las adicciones comportamentales, a diferencia de las adicciones a sustancias, es que el componente objeto de las mismas puede formar parte necesaria de la vida diaria y del trabajo de las personas, como el caso de la adicción a Internet, siendo "difícil" distinguir entre ese uso y una verdadera adicción.

"El juego patológico se caracteriza por el impulso persistente y progresivo en intensidad y urgencia consumiendo cada vez más tiempo, energía y recursos emocionales y materiales de la persona, repercutiendo, inevitablemente, en su calidad de vida", ha puntualizado el experto, para informar de que la compra compulsiva es otra de las más frecuentes, la cual se estima que tiene una prevalencia de entre el 5,8 y el 8 por ciento.

Otra de las principales adicciones comportamentales es la adicción al trabajo, si bien esta suele estar más aceptada y justificada socialmente. "Esta adicción comprende a aquellos trabajadores que, de forma gradual, pierden estabilidad emocional y se convierten en adictos al control y al poder, en un intento por lograr el éxito o la aceptación de sus jefes. Afecta en su mayor parte a profesionales varones de entre 35 y 50 años, profesionales liberales y mandos intermedio, en los cuales la adicción al trabajo suele cobijar problemas afectivos y personalidades específicas como la anancástica y narcisista", ha resaltado Basurte.

REDES SOCIALES Y PÉRDIDA DE CONTROL

Las adicciones asociadas a la necesidad de estar conectados a Internet incluyen todas sus modalidades, desde juegos en línea, pornoadicción hasta redes sociales. Pero, tal y puntualizado el catedrático de Psicología Clínica de la Universidad del País Vasco, Enrique Echeburúa, una cosa es el mal uso de las redes y otra la adicción.

En este sentido, el experto ha explicado que hay adicción cuando el uso de las redes sociales supone una pérdida de control, una absorción a nivel mental y hay una interferencia grave en la vida cotidiana (a nivel escolar, familiar o social) de la persona afectada. "Más que el número de horas conectado a la red, lo determinante es el grado de interferencia en la vida cotidiana", ha apostillado.

A su juicio, el abuso de las redes sociales virtuales puede facilitar el aislamiento, el bajo rendimiento, el desinterés por otros temas, los trastornos de conducta y el quebranto económico (los videojuegos), así como el sedentarismo y la obesidad. Estas personas buscan, tal y como ha recalcad, ser visibles ante los demás y reafirmar la identidad ante el grupo.

"Existe también un riesgo a crear una identidad ficticia, potenciada por un factor de autoengaño. Se facilita la confusión entre lo íntimo, lo privado y lo público y se fomentan conductas histriónicas y narcisistas, cuando no deformadoras de la realidad", ha añadido.

Por todo ello, los expertos han recomendado que los adultos elaboraren junto con los niños un horario en los que clasificar las distintas tareas a realizar, limitar el tiempo de conexión (unas 1,5 horas diarias, con excepciones los fines de semana) y revisar los contenidos, lo que resulta más sencillo cuando se ubican los ordenadores en lugares comunes (el salón de la casa, por ejemplo).

De hecho, según ha asegurado el doctor Basurte, en Europa ya se han creado centros para tratar este tipo de adicciones y cada vez es mayor la conciencia social y política desde la perspectiva de un problema de salud.

"Se trata de conductas descontroladas, pero que resultan necesarias en la vida cotidiana, como ocurre en el caso de conectarse a Internet o de hablar por el móvil. El objetivo terapéutico debe centrarse, por tanto, en el reaprendizaje del control de la conducta. A medida que avanza el tratamiento, el control de estímulos tiende a hacerse menos estricto, pero la persona debe seguir unas reglas de conducta determinadas. Más a largo plazo, conviene solucionar los problemas específicos e introducir cambios en el estilo de vida, de modo que la persona sea capaz de obtener otras fuentes de gratificación alternativas al mundo virtual", ha zanjado Echeburúa.







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