Joaquín Luque, el vagabundo fallecido que se ha ganado el corazón de la Avenida García Lorca

Luque feneció el pasado 11 de noviembre y sus vecinos aún mantienen vivo un improvisado altar en el árbol en el que pasaba sus mejores ratos escuchando la radio o abrigado por libros

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Árbol que ha sido utilizado por los vecinos para homenajear la figura de Joaquín Luque | Autora: Justa Aros
Iker Baños
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Ocurrió el pasado 11 de noviembre. Joaquín Luque murió a causa de una neumonía en el hospital del PTS a los 64 años de edad. Luque era una persona sin hogar que vivía desde hace una década en la Avenida García Lorca y sus aledaños. Para sus vecinos era una parte más de su vida en el barrio. "Siempre con una sonrisa en la boca", recuerdan alguno de sus amigos desde el Bar Riga donde tan a gusto se sentía en su esquina de la barra.

Juan José, uno de los amigos que visitó a Luque al hospital en sus últimos días, mandó a diversos medios la historia de este hombre cordobés al que tildó de "apóstol de la no violencia". Y si hay algo que pone de acuerdo a todos sus compañeros de barrio es que siempre sabía escuchar y desprender un calor humano que no entendía de edades. "Desde los más pequeños hasta los más mayores apreciaban su compañía. Era una gran persona y un hombre ejemplar", se rememora con una sonrisa melancólica.

Un mes después de su muerte los vecinos aún se preocupan por cuidar las flores, libros o velas que decoran el árbol donde Joaquín solía pasarse las horas en las que el sol le acompañaba en la calle. "Siempre con la radio o leyendo algún libro", rememoran sus vecinos que mencionan a Pérez Reverte como uno de sus autores favoritos o las andanzas de 'El Coyote' como pasatiempo favorito.

"Era una persona culta, muy leída, aunque sabía escuchar y comprendía a los demás", reiteran sus conocidos. Entre las anécdotas más cariñosas están las que le dibujan como una persona algo testaruda. "Le pagamos entre los vecinos una habitación en un hotel para Nochebuena, él no quería pero acabó accediendo e incluso le hubiera gustado repetir", cuentan de modo cómplice desde el Bar Riga.

Aunque para anécdota, la vez en la que jugando dos números de una cesta de Navidad logró llevársela y decidieron subastarla para que pudiera llevarse dinero. "Los vecinos le teníamos mucho aprecio. Muchas veces bajabas algo para que cenaba y ya se te habían adelantado", se recuerda.

Su final llegó de manera prematura. "Tantos años en la calle pasan factura a cualquiera", se indica sobre un hombre al que no ha acompañado entierro dado que ni su mujer ni sus hijos quisieron hacerse cargo de la situación. Un mes después, no son pocos los curiosos que paran para leer las dedicatorias y mensajes de despedida a esta persona que se ha ganado el corazón de la avenida García Lorca: "En estos tiempos necesitamos personas imprescindibles como tú. ¡Hasta siempre maestro!".

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