Granada ha hablado

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Manifestación contra la fusión hospitalaria | Foto: Archivo GD
Ana del Moral
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No es propósito  de estas líneas manifestar mi posición sobre el conflicto de la fusión de los hospitales granadinos,  ni  sobre los problemas que de ello se están derivando para facultativos y pacientes. Al contrario, mi deseo no es prestar atención a estos aspectos negativos, sino  a los positivos que este debate ha traído consigo, y para mí, sin duda, el más destacado ha sido el magnífico ejemplo de ciudadanía que los granadinos ofrecieron en  la manifestación del pasado fin de semana.

Domingo 16 de octubre,  día de otoño luminoso y soleado, con una temperatura ideal que invitaba a  salir al campo, hacer deporte, hacer una ruta en bicicleta o sencillamente  senderismo. Esta era precisamente  la propuesta del club de Senderismo de la Facultad de Farmacia para ese día, una excursión a los Cahorros. Pero esta vez  fallé a la atractiva convocatoria que se proponía, sentía un fuerte compromiso de asistir a la manifestación convocada, pues son numerosos los amigos,  familiares, enfermeros, médicos, personal sanitario y pacientes que durante las últimas semanas me han relatado sus quejas. Creo que era el momento de solidarizarse con ellos.

Salgo de casa y conforme avanzo por la calle Recogidas veo gente paseando, poca gente, ¿habrá terminado?, me pregunto. No veo movimiento, pero dos policías que mantenían  la circulación  cortada me ponen sobre la pista de que la manifestación sigue en la calle.

Cuál fue mi sorpresa cuando atravesando calles paralelas a Reyes Católicos, tratando de remontar,  llego  a la plaza de Isabel la Católica,  justo por detrás de la fuente y….¡Qué espectáculo!, nunca vi nada igual. Una marea de personas caminado, jóvenes y menos jóvenes, familias enteras con niños, profesionales de la sanidad y ciudadanos de a pie, ancianos, parejas, madres con sus bebés y abuelos con sus nietos ocupaban la calzada hasta donde alcanzaba la vista. La denominada “Gran Vía”  en esta ocasión se quedó pequeña.

Sin embargo eso no fue lo que más llamó mi atención, sino el hecho de que no existiera  ninguna bandera, ningún político, ningún signo de movimiento sindicalista, ni logos, ni pancartas de partidos. Un único color predominante, el blanco, un color neutro, el que tradicionalmente ha sido empleado como signo de paz.

Una demostración de ciudadanía responsable. Todos unidos  por un objetivo, sin fisuras, sin segundas intenciones, sin nadie que diera una sola  nota discordante, sin altercados, ni enfrentamientos, ni un atisbo de tensión ni de violencia.

¡Qué placer participar y qué satisfacción observar aquel río humano! Fue la fiesta de Granada. Creo que hasta la  Patrona, acostumbrada a ser líder en la movilización de granadinos, tuvo celos.

No, no es fácil que los granadinos salgamos a la calle a protestar. Pero en esta ocasión una fuerte, muy fuerte motivación  aglutinó  gentes de todos los barrios y rincones. No es Granada una ciudad que se movilice fácilmente. Hemos tenido una actitud silente ante numerosas carencias como la memorable autovía del mediterráneo que nunca llegaba, un aeropuerto con una precaria oferta de vuelos y actualmente ante la prolongada desconexión ferroviaria que ya está siendo la gota que colma el vaso. ¿Conformistas?, no; Indignados, sí;  pero inmovilistas, también.

El día 16 fue diferente, creo que Granada salió de su habitual apatía y habló, habló alto y claro.

Felicito a los granadinos por tan ejemplar y sana manifestación.







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