Fajalauza se reinventa para no caer en el olvido

Los herederos de Cecilio Morales han creado una fundación para preservar y difundir la importancia de la cerámica en Granada

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La familia Morales quiere que no se pierda la tradición de la cerámica granadina | Foto: J.L.M.
José L. Moreno | @morenoluaces
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Uno de los legados más importantes que nos ha dejado cualquier civilización y que ha marcado una identidad en Granada a lo largo de los siglos, se muere. Hablamos de la cerámica y de su importancia para entender el paso de los distintos pueblos por los territorios del mundo.

En Granada, nos encontramos con la cerámica de Fajalauza, herencia cultural y etnográfica, de claro origen morisco, que a través de las sucesivas generaciones de la familia Morales ha llegado a nuestros días. Pero, si las cosas no se hacen bien, ese legado que ha llegado hasta nuestros días se podría quedar en anécdota, en una simple vasija expuesta en un museo o en el patio de alguna casa del mundo.

El primer documento que conocemos de la fabricación de cerámica en Granada tiene más de 500 años. Se trata del registro de un pleito que pusieron los ceramistas de la ciudad al Ayuntamiento de la época. El motivo es que uno de los artículos de las Capitulaciones de Granada dejaba claro que los antiguos habitantes de la ciudad de la Alhambra estarían exentos de impuestos, pero el gobierno cristiano impuso una tasa por hornada realizada de cerámica. “En mi casa mando yo cuando no está mi mujer”, dice Cecilio Morales entre risas. Y es que, Cecilio, a punto de cumplir 97 años, está echándole un pulso a la vida para que la cerámica granadina, la que todos tenemos en casa, no quede en un recuerdo.

Cecilio Morales cuenta con aLegría sus mejores años en la fábrica | Foto: J.L.M.

Cecilio es la 33ª generación de su familia que sigue con la tradición que instalaron los musulmanes del Reino de Granada. Gracias a él, las puertas de la fábrica de cerámica Fajalauza sigue abierta al público. El empeño de este hombre por preservar la historia de su familia y de su tierra ha hecho que la crisis no pudiera con el famoso recinto de la carretera de Murcia.

“Aquí han llegado a trabajar 50 obreros. Esta era la fábrica más importante que ha habido en Granada. El Albacín era de artesanos y ahora es de turistas”, subraya Cecilio. Aunque ya conocemos el dicho de “si no puedes con tu enemigo, únete a él”. Por ello, los herederos de Cecilio Morales, con el fin de seguir con esta tradición, han creado una fundación. La idea es que se siga fabricando este arte, a la vez que se extiende la tradición y se acerca la historia a las personas a través de un centro de interpretación. Para ello también haría falta el compromiso de las instituciones.

Y, aunque este tema lo llevan los sobrinos de Cecilio Morales, este hombre tienes las ideas y el concepto muy claro. “La gente me dice que por qué no me jubilo, pero ¿qué hago? ¿me voy a la plaza Bibarrambla a echarle pan a las palomas? Venga hombre, yo estoy más a gusto aquí, el dinero no me aficiona mientras pueda vivir”, subraya este enamorado de su Granada casi con coraje, seguramente porque ya no está en sus manos el futuro de la fábrica debido a su avanzada edad.

Los mejores años

“Aquí se han enviado y ha venido gente a comprar cerámica de Sudáfrica, Hawái, Melbourne o Israel”, recuerda Cecilio con añoranza. Porque, probablemente, no habrá otro producto granadino, ni la taracea ni el pionono, que haya recorrido tantos kilómetros de mundo.

“El que empezó con los azulejos en plan serio fui yo”, y es que, Cecilio, tras viajar por medio mundo y ver la cerámica de zonas como Manises, Paterna, Muel, Teruel, Talavera de la Reina o Triana vio una clara vía de negocio.
“Hasta en el Patio de los Arrayanes de la Alhambra o en el zócalo del edificio que alberga el Ayuntamiento de Granada hay cerámica que hemos cocido aquí”, presume Morales, para dar a conocer la importancia y recorrido de este producto granadino.

La familia Morales, reunida alrededor del torno | Foto: J.L.M.

Por aquí han pasado personalidades como Jaime de Borbón, el anterior alcalde a que se instaurara la República, Fermín Garrido, el cardenal Agustín Parrado, el guitarrista Andrés Segovia, el poeta Manuel Benítez Carrasco o Rainiero y Grace Kelly. Era la época de gloria de esta fábrica. “Después llegó la comercialización del plástico y del duralex y ahí empezó la decadencia”, pero la peor puñalada a la cerámica fue la reciente crisis de la construcción, la que dejó a la fábrica de Fajalauza con Cecilio junto a la compañía del último trabajador. Los que se aferran a seguir con la historia.

Inicios y origen

La calidad de la cerámica de Fajalauza fue la mejor aliada de su fama. El secreto estaba en los márgenes del río Beiro. “Era tan buena y tan plástica que había que echarle la mitad de otra arcilla limosa que venía del Fargue, ya que sino se rajaba”. Pero, la prohibición de retirar el material de los márgenes del río hizo agudizar el ingenio de la familia Morales. “La arena se traía del cementerio del Fargue, donde hay una cantera en la fábrica de pólvora, por una buena relación que teníamos con un coronel”.

Pero Cecilio, aunque se crió correteando entre arcilla, también tuvo su época de formación. “Estudié en la Escuela de Artes y Oficios. Vino el NODO a grabar nuestro trabajo. Ese día me encontraba moldeando el perfil de San Pablo de Alonso Cano y el cámara me tomó unos planos. Como iba vestido de militar, le pedí una bata a Paco López Burgos, el que hizo la Virgen de las Nieves de Sierra Nevada. Después fuimos al Coliseo Olimpia donde me vi en esa gran pantalla”, cuenta el jefe de la familia Morales, con una ilusión que no le cabe en la cara.

Ahora, Cecilio ve como su actividad y posiblidad de sacar adelante la fábrica de cerámica se agotan. Por eso, ha dejado el futuro en manos de sus sobrinos, aunque subraya cómo le gustaría imaginarse el recinto cuando él ya no esté en este mundo. “Me gustaría que siguiera de fábrica Como la llevo yo, pero con más gente, claro”.

Cecilio Morales | Foto: J.L.M.







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