En Francia esperan a Puigdemont

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Imagen de archivo del expresidente de la Generalitat catalana Carles Puigdemont
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Ha dicho estos días el ex presidente de la Generalitat catalana Carles Puigdemont que quizá no pise tierra española en veinte años pero que sí lo hará en tierra catalana. Lo que se podía entender como el augurio ex presidencial de que en ese tiempo Cataluña habría conseguido su independencia fue matizado por el propio Puigdemont: tierra catalana de la parte del territorio que administrativamente pertenece a Francia. Al Estado francés.

A mí me ha parecido una idea genial. Hay un dicho en Cataluña que evoca al ‘timbaler del Bruch’ y su hazaña durante la guerra de la independencia. Esta de ahora, no; la de 1808, contra los franceses. Se trata de un episodio conocido: un muchacho toca el tambor y el clamor de aquel tamborilero se propaga multiplicado por el eco en el dédalo de las montañas catalanas, de forma que todo un ejército francés retrocede en estampida porque interpreta que le va a atacar una fuerza numerosísima. De este episodio -decía- arranca el dicho catalán: “Si el ‘timbaler del Bruc’ en lugar de tocar el tambor se hubiese tocado los ‘collons’ -perdón por la sonoridad del término a esta hora de horario infantil- ahora seríamos franceses”. En efecto, el mapa napoleónico de la Península de haberse consolidado la dominación gabacha incorporaba Cataluña a la nación francesa.

Así, si el antedicho ‘timbaler’ hubiese llevado sus manos a su geografía corporal sur el ejército francés que huyó se hubiese asentado en Cataluña y consolidado a Cataluña como un departamento francés, de forma que a día de hoy “seríamos franceses” y…  con la división administrativa de Francia ese “seríamos franceses” se traduciría en la figura de un Prefecto (gobernador civi) pero ni Parlament ni Govern ni TV3 ni moços de esquadra ni autonomía ni -probablemente- idioma catalán.

Todas esas cosas de las que goza Cataluña bajo la bota opresora del Estado represor español se las están perdiendo los catalanes del otro lado de la frontera, donde la 'liberté', la 'egalité', la 'fraternité' solo está necesitando la presencia del ex presidente ahora huido de España, quien para entretenerse en estos días de tribulación bien podría trasladarse a esa zona de Francia, donde sin duda sería recibido como el Mesías prometido que conducirá a los catalano-franceses a la independencia prometida.

En la zona de Francia Puigdemont no necesita abrir embajada. Con el multibillonario presupuesto que el Estado francés pondrá a su disposición podrá crear estructuras de Estado desde las que proclamar la independencia de Cataluña en aquel territorio. Un acontecimiento, el de la segregación unilateral de una parte de su Estado, que será recibido y celebrado con alborozo por las autoridades galas, las cuales no pondrán ningún impedimento a la celebración un referéndum de autodeterminación. Qué digo impedimento, convocarán ellas mismas la consulta, les prestarán las urnas, los gendarmes repartirán ese día claveles a las puertas de los colegios y hasta Roures -que tendrá la exclusiva de la Liga francesa- programará la jornada de forma que esa tarde pueda televisarse al mundo entero el partido desde Perpiñán que anuncie al mundo la buenanueva, con la voz en off idéntica a la de la tarde del 1-O, la del Barcelona-Las Palmas, que hablaba de las gradas vacías del Nou Camp de una forma que hasta Artur Mas parecía un moderado. Seguro, además, que la izquierda francesa expresará los mismos mensajes de comprensión y hasta complicidad que parte de la izquierda española expresa ante un movimiento y un desafío supremacista que en toda Europa es considerado de extrema derecha.







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