Día de la Cruz: 'alerta botellón'

Granada vive el Día de la Cruz | Foto: Asun Rodríguez
Día de la Cruz | Foto: Asun Rodríguez
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Decíamos ayer... es decir, hace un año: juega con fuego quien autoriza la instalación de barras en la vía pública en ocasiones como el Día de la Cruz. Estamos en las semanas que median entre esa celebración de mayo y la que viene, el Corpus. Y convendría tomar nota y aprender para evitar el efecto nocivo de las macroconcentraciones en la vía pública. El 'in crescendo' que se ha registrado de un año a otro es un buen punto de partida para la reflexión.

Hace un año el gobierno municipal autorizó de improviso y sin explicar por qué la autorización a particulares para instalar barras de bebida en calles o plazas. Lo hizo de una forma restringida en número y lugares. Cierto. Se controlaron las instalaciones, hubo vigilancia, como también la ha habido este año. Pero es un hecho tangible que el impacto de esas barras en la vía pública ha sido más numeroso y, por consiguiente, molesto que en 2016.

Obsérvese en particular el caso de la Plaza de la Universidad. La mera enunciación del nombre apunta a un público eminentemente joven, estudiantil y más propenso, por tanto, a desbordarse en número y excesos que en cualquier otro punto de la ciudad. Granada tiene suficientes antecedentes en este campo como para tener que entrar en detalles. Bastará con referirse a la Fiesta de la Primavera que tantos quebraderos de cabeza trajo a los gobiernos locales que se sucedieron en la Plaza del Carmen.

No aprovecharé la oportunista foto que difundió el PP en los minutos de transición entre el tiempo -escaso- que pasó entre el apagado de las candelarias de la fiesta y la presencia de los camiones de limpieza. De cualquiera al que le tomasen una fotografía en ese trance en el que se han ido los invitados y el engorroso momento de hacer limpieza tomaríamos la errónea conclusión de que se trata de alguien poco amante de la higiene doméstica. Tampoco coincido con la alarmista conclusión de este partido: que Granada ha vuelto a situarse en el 'mapa del botellón'.
Los representantes populares que vuelcan su opinión hacia ese costado juegan su papel de oposición en este lance. Pero, ojo, porque sí podemos decir que estamos en la antesala y si en 2019 prosigue la tendencia sonarán las alarmas si es que no han sonado en este 2018. Que la Policía Local tuviese que entrar a caballo en la Plaza de la Universidad para frenar el desmadre, que hubiese que establecer el 'numerus clausus' en determinadas plazas del Albaicín no es síntoma de "éxito" como los portavoces del gobierno local socialista se apresuraron a calificar a solo unas horas de acabada la fiesta. Que se registrasen casi doscientas llamadas de vecinos tampoco remite a pensar en una celebración en paz y gracia de Dios...

Si algo sobra en Granada son los bares y el exagerado número creciente que se ha apoderado de la ciudad, sobre todo en el centro. No se entiende la necesidad de reforzar el número con barras abiertas al público en mitad de la calle. Esto ya lo vio a mediados de los 90 aquel gran concejal que fue César Díaz. Las cortó de raíz, al mismo tiempo que estableció un reglamento y funciones que de un año para otro tuvo un efecto palpable en el control de una fiesta que evolucionaba a ojos vista hacia la conversión de la ciudad en el 'macrobotellón total'.
Volver, ¿para qué?, como cantaban Los Chalchaleros en tiempos de cantautores. El restablecimiento de las barras no es el restablecimiento de la malhadada Fiesta de la Primavera... Pero podría serlo... No juguemos con fuego, pues.

Y otro punto más para la reflexión sobre el alcance de los números y las estadísticas en el reciente puente según la triunfalista lectura del Ayuntamiento. Como soy de Letras, ruego a quien advierta algún error en mi cálculo proceda a corregirme, pero decir que en la oficina de información turística de la plaza del Carmen se atendió entre el 27 de abril y el 1 mayo a 8.125 personas a mí me da un dato: tres personas por minuto consultando, si es que la oficina abre ocho horas al día. Dicho de otra forma: uno, cada veinte segundos. Muchos, ¿no?
El dato, en todo caso, es indicativo: hubo un incremento notable de visitantes, la mitad de ellos españoles y el principal porcentaje -me atrevo a decir- de Madrid, esa gran ciudad española donde se piensan que los andaluces estamos todo el día de fiesta pero, en realidad, la ciudad donde se celebran más puentes festivos del mundo entero: no se han repuesto todavía de este de mayo y ya se han metido en el de San Isidro, vendrá después La Almudena... más los que sí celebramos el común de los mortales. En fin... El calendario reforzaba este año los días de asueto. Vinieron muchos, sí. Pero es que yo me había creído eso que nuestras autoridades que tanto velan por nosotros nos repiten constantemente: que hay que buscar la calidad antes que la cantidad.







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