De refugios y refugiados

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Esta mañana una radio local se ha puesto en contacto por teléfono con don Luis. Parece que el experto pactado para la entrevista concienzuda se ha caído en último momento y el chico de producción tiró rápido de sugerencias paternas: “pues el vecino sabe mucho de todo, lo mismo te saca del apuro… además no tiene pelos en la lengua y sí mucho sentido común, te puede servir.”

Al principio, el conductor del programa puso objeciones, que si quién era ese tipo, que si lo conocía alguien más allá de sus santos padres y esas mindunguis que dice uno cuando se le ha venido abajo el castillo de naipes, al final el reloj, maldito el tempus fugit, y la falta de alternativas dio con don Luis en el estudio de radio, enfundados los auriculares que olían a grasa y caspa y tras un micrófono al espumillón carcomido por el uso y ácaros en su jugo.

A don Luis no le importa ser plato de repuesto, o como lo denomina su señora: solución desesperada de gente sin recursos, porque en cierta ocasión le dijo el buen señor a su ego que lo esperara en aquella esquina, la de allí enfrente, junto al Café Suizo, que no se preocupara, que volvía en cinco minutos. En honor a la verdad, hay que reconocer que este ha sido el único caso de abandono achacable a don Luis, aunque cuando el anciano se tropieza con alguna campaña en contra del abandono de animales, le recorre una suerte de sudor frío por el vientre, no por remordimientos sino por la posibilidad de que un día, al abrir la puerta de su casa, pueda encontrarse al ego olvidado, con la lengua fuera y el rabo abanicando al aire.

Pero vamos a lo que vamos, la tertulia radiofónica se ha centrado en lo que hoy es inevitable: el niño sirio con su carita hundida en la arena, los trenes atestados, las declaraciones de ese político asegurando que los europeos podríamos llegar a ser minoría en nuestro continente, de los memes canallas de quienes se están partiendo la caja sencillamente porque a ellos no les duele…

Al anciano no le ha pillado con el pie cambiado, al fin y al cabo su familia experimentó, hace unos setenta y seis años, algo parecido y es que el padre de don Luis cruzó la frontera francesa perseguido por aviones que ametrallaban las carreteras atestadas de civiles y soldados derrotados, con las tropas fascistas pisándoles los talones y con tan pocas fuerzas que apenas se sostenía a causa de lo que él siempre llamó el hambre pura, para llegar a campos de internamiento donde el pan duro y el agua diluida en tifus estaban sazonados con la mirada de los guardias coloniales senegales y marroquíes. Por aquel entonces el gobierno de la República Francesa, presidido por Daladier, denominaba al casi medio millón de refugiados españoles como “extranjeros indeseables”, para más tarde, cuando la bayoneta nazi pinchó en hueso el orgullo galo, acogerlos entre los que lucharon por la libertad y si no que se lo pregunte cualquier medium al general de Gaulle, que regresó victorioso a París rodeado de escolta española.

  • Tenemos hoy, queridos oyentes, a don Luis, experto en…
  • Experiencias, prefiero que lo llames experiencias.

El periodista sabe que dos segundos de silencio en radio es la muerte, de modo que reacciona rápido.

  • Experiencias, experto en experiencias. Muy bien don Luis, ¿qué análisis nos puede hacer de los acontecimientos que estamos viviendo y que, seguro, pasarán a los libros de historia?
  • No sea memo, joven, a los libros de historia pasará lo que quienes mandan quieran que pase, que será lo justo. Lo que puedo analizarle a usted es simple, estamos asistiendo a una nueva invasión de bárbaros en este nuestro nuevo imperio romano llamado la Unión Europea, y entiéndame lo de bárbaros no como gente que viene a destruir, sino en su sentido más genuino: extranjeros. Como lo fueron aquellos que vinieron a renovar un imperio romano decadente y corrupto para empezar sus vidas de nuevo. Todo lo que está ocurriendo, fíjese bien, si es que puede imaginar en abstracto un mapa global, es la confluencia en el centro, Europa, de quienes huyen del horror en sus países de origen, ya sea en Oriente Medio o en África, personas que un día se detuvieron a analizar cuáles han sido nuestros méritos  para merecer vivir aquí, mientras ellos mueren sin remedio entre las cuchilladas del hambre o del fanatismo más cruel. Es obvio que no saben la cantidad de muertos y sufrimiento que hemos dejado en el camino para llegar aquí, desde la Revolución Francesa hasta las últimas guerras en suelo europeo, y no hablo de la Mundial, la Antigua Yugoslavia no está lejos y aún hay quien describe horrores.
  • Pero don Luis, al grano, cuál es la solución.
  • Hijo, no hay solución única, hay soluciones parciales que en el mejor de los casos acercarían a la mejor solución posible: ayudar en los países de origen a crear herramientas de vida y prosperidad económica y social, ahogar económicamente al IS, que ve en el petróleo, que controla y que consumimos, una fuente de financiación de su armamento, sus medios y su horror, crear un Estado Europeo fuerte, porque aislados, solos, estamos muertos, que tome las decisiones de forma rápida, urgente, sin caer en la “blablacracia”, pero sobre todo hay algo muy importante que acometer.
  • ¿El qué don Luis?
  • Que nuestros hijos y nietos estudien obligatoriamente mucha historia de la buena, sin barnices ni sesgos, sin intereses ideológicos, lo más objetiva posible, aunque esto sea utópico, porque es la historia es memoria colectiva; entonces, solo entonces sabrán qué hacer a partir de los errores del pasado. Porque, hijo, la historia se repite como lo hace la piedra del camino, y llevamos más de dos tropezones.






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