Currículum: a ver quién lo tiene más largo

curriculum vitae
Currículum, imagen ilustrativa | Foto: Archivo GD
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Se suele reconocer como exceso de currículum y dibuja al abultado tipo de jóvenes con suficiente formación académica, títulos universitarios, master, erasmus y demás, que ante el apabullante paro juvenil que soporta España se ven obligados a buscar y aceptar trabajos ocultando sus titulaciones, que exceden en estos tiempos a la formación que se supone necesaria para la función en la que finalmente encontrarán un empleo, es decir -en los tiempos que corren- camareros. A los jefes no les suele gustar que los subordinados sean más listos que ellos y el lenguaje popular ha acuñado una expresión en negativo: ‘pasarse de listo’.

No se extrañe si ese joven que enfila hacia la treintena y le sirve hoy un café tiene tras de sí una titulación universitaria. Es lo que hay, decimos con resignación ante toda una generación, la mejor formada de la historia de España, que décadas después de que lo hicieran sus abuelos se ve obligada a emigrar en busca de un puesto digno de trabajo porque lo que aquí se le ofrece está muy por debajo de la formación académica acumulada después de muchos años de esfuerzo y estudio.

Frente a esta parte de la juventud hay otro sector más minoritario y selecto. Son los que en torno a la veintena abrazaron una militancia política. Puede que llegasen a esa cita con un partido determinado a través de una ideología determinada que se ajustaba a sus pensamientos y formas de entender la sociedad. Puede que la entendieran como una estación de paso y no pensasen eternizarse en esa burocracia cerrada en que se han convertido las estructuras de los partidos. Pero una vez dentro la experiencia apunta a que fueron pocos los que salieron. Y todo porque en esa escalera que el partido les ofrecía había muchas más posibilidades de progreso y estabilidad que en la dureza de la vida real, esa de la que tan alejada viven los políticos.

Así, estos días en los que descubrimos que han estado jugando a ver quién tiene más largo el currículum me han venido a la memoria casos como el de aquella jovenzuela de la rama juvenil del PP que formó parte del consejo de una caja de ahorros intervenida. No tenía ni Primero de Farmacia pero cobraba un sueldazo y cuando el juez la llamó a declarar dentro del proceso de investigación de las irregularidades detectadas declaró que ella se limitaba a firmar los papeles que le ponían por delante, que de números ella no ha entendido mucho… Eso sí, a la hora de cobrar sí que entendía la canonjía de sueldo que le endosaban, un tesoro para su edad y formación.

Esa es la paradoja, mientras la mayor parte de los jóvenes que han acreditado su formación con el esfuerzo de sus estudios y el sacrificio de sus padres esconden sus currículum cuando buscan trabajo porque temen que en el restaurante o en el almacén donde se oferta un ‘mini-job’ les van a decir que buscan otro perfil y que su formación lo excede, los políticos, conscientes de que su posición es la contraria, es decir el déficit, tratan de adornarlo con estos master que engordan el currículum y que, por lo que estamos viendo, menguan en las páginas web del Congreso al tiempo que han ido apareciendo los últimos casos de todos conocidos: un regalo, obtenido sin ir a clase, fuera de plazo, convalidaciones a boleo y citas de Wikipedia.

Hubo un tiempo en que la Universidad contaba con un gran prestigio social. A ella llegaban solo los hijos de la burguesía y a duras penas una escasa proporción de jóvenes de procedencia obrera que accedían mediante becas y el considerable sacrificio paterno. Aunque tiempo después comenzó a forjarse una leyenda que equiparaba a universidad como una fábrica de parados (porque la sociedad va por un lado y la universidad y sus titulaciones por otro, se decía). Fue cuando las autonomías abrieron universidad en cada provincia y las aulas se abrieron a toda la juventud. Ahora sí que podía decirse que quien no estudiaba es porque no quería.

Pero esa popularización se amortiguó para las clases pudientes mediante master y erasmus con los que trazar una nueva barrera segregadora, puesto que no todas las familias estaban en disposición de pagarlos. Por ahí ha venido esta carrera a la que se sumaron los políticos, en el ansia de engordar su currículum, mientras otros, la mayoría, se veían obligados a ocultarlo. Todo un síntoma del divorcio social entre la clase política y la sociedad.







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