Cuatro hermanos fossores mantienen en Guadix la única institución religiosa dedicada al cuidado de cementerios

Los hermanos fossores siempre han tenido su casa en el propio cementerio, aunque en el caso de Guadix el fundador quiso que lo hicieran en una casa cueva

cementerio de motril nichos
Foto: Cementerio de Granada
E.P
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Cuatro frailes mantienen viva en Guadix (Granada) la orden de los Hermanos Fossores de la Misericordia, la única institución religiosa en España dedicada al cuidado de los cementerios, donde "entierran a los muertos y rezan por los vivos y los difuntos".

La orden fue fundada por Fray José María de Jesús Crucificado en 1953 en el cementerio de Guadix y en su época de esplendor tuvo sedes en los cementerios de Jerez de la Frontera, Huelva, Vitoria, Pamplona, Logroño y Mallorca, pero la expansión de estos camposantos unida al descenso de las vocaciones les fue "obligando a replegarse".

Así lo ha narrado a Europa Press Fray Hermenegildo García, uno de los cuatro frailes de Guadix que junto a los tres que operan en el cementerio de Logroño constituyen los últimos miembros vivos de esta institución encargada de realizar todas las labores propias de un cementerio.

Desde abrir y cerrar las puertas cada día, a tareas de limpieza, arreglo de sepulturas, jardinería y custodia del camposanto, pero también asistencia y entierro de los fallecidos y acompañamiento a sus familiares, con los que, según reconocen, han llegado a entablar relaciones de amistad después de tantos años.

Los hermanos fossores siempre han tenido su casa en el propio cementerio, aunque en el caso de Guadix el fundador quiso que lo hicieran en una casa cueva "porque en aquellos tiempos eran las viviendas de las personas más pobres", por lo que se creó una en una ladera junto al camposanto que es donde aún siguen residiendo.

La edad de estos hermanos ronda la de Fray Hermenegildo, que tiene 71 años, lo que hace probable que si no surgen nuevas vocaciones esta orden desaparezca con sus actuales miembros. Un extremo que, según reconocen, les "da pena", pero que dejan "en manos de Dios".

"Yo le digo al Señor, este negocio es tuyo, tú sabes lo que haces", relata risueño este fraile, quien matiza que sí surgen aspirantes a hermano fossor, pero pasado un tiempo "no perseveran", bien por la dureza de la tarea --que para él no es tal-- o por la disciplina que exige su modo de vida.

Definen su institución como laica, dado que no son sacerdotes, y a ellos mismos como "contemplativos activos", puesto que cuando no están atendiendo las necesidades del cementerio dedican su tiempo a rezar, además de meditar dos veces al día. Y es que "si no rezan los frailes, quién lo va a hacer", bromea Hermenegildo, que lleva medio siglo como hermano fossor en Guadix.

La idea inicial de esta fundación surgió en el llamado 'Desierto de Nuestra Señora de Belén' de la Sierra cordobesa, donde residían, como miembros de la Congregación de Ermitaños de San Pablo y San Antonio, Fray José María de Jesús Crucificado y Fray Bernardo de la Cruz.

Hasta allí llegó "providencialmente", en la primavera de 1952, un sacerdote de la diócesis de Guadix, Manuel Gallardo Capel, al que Fray José María le comunicó su proyecto, inspirado en el Libro de Tobías, de una nueva "congregación" dedicada a poner en práctica, de forma institucional y comunitaria, las dos últimas Obras de Misericordia, con su doble vertiente: enterrar a los muertos y rezar por los vivos y difuntos.

El sacerdote, a su regreso, comunicó al Obispo este propósito, que fue acogido calurosamente por Monseñor Álvarez Lara, y, tras laboriosas gestiones entre éste y el entonces Obispo de Córdoba, Fray Albino González Menéndez-Reigada, se concedió la autorización correspondiente para que los dos ermitaños se trasladaran a Guadix e iniciaran su tarea fundacional.







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