Corrupción narrada

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Hace un par de días vi la película «El Reino». Algunos acusan a Sorogoyen de cobardía por no dar ningún nombre en lo que se reconoce a la perfección como el caso Gürtel (caso Bárcenas en concreto), pero esos algunos parecen olvidar que, en este país, por eso se puede ir a la cárcel. Por violaciones, robos o tentativas de homicidio no. Por pronunciar determinados nombres sí.

En esta película no hay nada nuevo, pero hay que verla. Hay que verla porque, aunque el nivel de indignación en el que vivimos a día de hoy es alto, parece que no es suficiente. Y no lo es porque, salvo error por mi parte, no he visto a nadie en la calle. La calle es el sitio donde se solucionan estos asuntos. No en Twitter. No en las sobremesas del domingo. No en la cena frente al telediario. El saqueo continuado al ciudadano solo se arregla en la calle, día tras día, paralizando el país el tiempo que haga falta hasta que dejen de reírse de nosotros. Porque hace unas semanas compareció en el Congreso un hombre sin bigote con doce de sus catorce ministros imputados, encarcelados o implicados en asuntos judiciales y reía. Reía mirando a cámara.

La corrupción existe desde que «la Teoría de la Polis» o política está gestionada por personas. Y la corrupción está santificada por la costumbre, como decía Plauto. Y es que hemos llegado a un punto en el que robar no solo es lo normal. Es que si usted no roba es un pardillo. En la obra Corrvpta Roma, de Pedro Ángel Fernández-Vega, podemos descubrir cómo los gobernadores, tanto de la República como del Imperio romano, comenzaron a enriquecerse a través del cobro abusivo de impuestos y la apropiación de dinero público. Porque esto no lo ha inventado un hombre sin bigote, tiene bastantes años. En Roma se llegó a castigar el «crimen maiestatis» (abuso de poder por parte de senadores y magistrados) con la pena de muerte y el exilio. También el «crimen peculatus» (malversación y apropiación de fondos públicos) y el «crimen ambitus» (compra de votos).

Y es que cuando hablamos de corrupción solemos obviar este último asunto: la compra de votos. La única forma de cambio no es la moneda. Ni siquiera es la más poderosa. Esta es la emoción y, quien sepa gestionarla, tiene el mundo en sus manos. Porque somos personas y las personas no piensan, simplemente sienten. El cerebro humano no trabaja con obviedades: todos sabemos que hay determinadas relaciones que no nos hacen bien, pero seguimos en ellas. Que el alcohol, el tabaco o determinados alimentos no nos hacen bien, pero los tomamos. Emoción. Trabajamos desde la emoción, no desde la razón. Y es por ello que la democracia se convierte en olocracia, dejando de ser el gobierno del pueblo para ser el gobierno de la masa; una masa viciada, confusa e irracional que es carnaza pura para estos que, como decía, son capaces de alterar las emociones ajenas. De emocionar. Vamos detrás de quien nos emociona como las ratitas y el flautista.

El asunto es bien sencillo. Por ejemplo, de sobra es conocida la situación laboral de hoy en día. Estamos indignados. Mucho. Por todos los años que hemos pasado estudiando para cobrar un sueldo con el que apenas llegar a fin de mes. Con suerte. En muchos casos, para no cobrar ninguno o para vernos obligados a la emigración. Entonces llega un señor que sabe emocionar. Y se rompe todo. Usted no tiene trabajo porque se lo están quitando los moros. Y yo voy a prohibir que entren moros. Fin. Usted necesitaba una respuesta y aquí la tiene, ahora, como dice la canción, follow the Leader! Pero, un momento, ¿de verdad yo no tengo trabajo o dinero porque me lo están quitando los moros? Porque si una inteligencia media dedica cinco a minutos a pensar seriamente en esto, comprende que no es cierto. No, no, no. Claro que lo es. Y si piensa lo contrario es usted un bolchevique. Un vil bolchevique. No querrá usted ser un bolchevique, ¿verdad?

Porque vivimos en un país en el que hay que tener un color a la fuerza y una línea de pensamiento que case con él. Por ejemplo, en Francia o en EEUU ser republicano y de derechas es tan normal como salir a por zumo de piña. En España no; si usted está a favor de votar al jefe de Estado es un comunista. Y si está a favor del capitalismo un fascista. Y si está a favor del feminismo más de lo primero. Y si está en contra del sistema de las autonomías más de lo segundo. A ese nivel de ignorancia hemos llegado. A ese nivel de masa olócrata dirigida por los que nos saquean sistemáticamente. Y puedo dar fe de ello, porque he mantenido conversaciones en las que han acabado diciéndome «no se puede ser más facha que tú» y «no se puede ser más roja que tú». A ese nivel de ignorancia y sectarismo hemos llegado.

La corrupción existe en el mundo entero, en los lugares donde menos debería existir. En la obra La raíz de todos los males, de Hugo Alconada Mon, podemos descubrir una Argentina que nada tiene que ver con ese país de milonga y pasión en el que pensamos. Corrupción e impunidad. Fiscales, jueces, sindicalistas y periodistas comprados por el poder. Como dice el propio autor «los beneficios de delinquir son mayores que los costos».
Otra obra muy necesaria que no se pueden perder es Vía Crucis, de Gianluigi Nuzzi. Déficit financiero de 28,9 millones de euros en el Vaticano en 2012. Cincuenta y seis millones de euros recogidos por el Vaticano para obras de beneficencia de los cuales el 67% se destinó a gastos de la curia, el 12,4% se guardó como reserva y 200.000 euros para el hospital Bambín Gesú sirvieron para la reparación del apartamento personal del cardenal Tarcisio Bertone. Setecientos mil euros en supermercado, 500.000 en ropa, 300.000 mil en farmacia y 100.000 en tabaquería. Todo esto en un año. Un año. Y por supuesto, sin referirme a los casos de pedofilia que se descubren prácticamente a diario y que están normalizados y generalizados en esta luciferina institución. Pasen e investiguen ustedes mismos.

Vivimos en un país en el que el partido que gobierna está implicado en el caso de corrupción más cuantioso de la historia de España por 855 millones de euros. En el que miembros de ese mismo partido gastaron miles de euros del Fondo para Formación y Empleo en violar mujeres en prostíbulos. En el que ha prosperado por primera vez una moción de censura para echar del gobierno a una mafia criminal que suma 351 años de prisión tras una sentencia y 863 millones de euros en responsabilidades pecuniarias. En un país en el que esto se pretende solucionar desde el racismo, la homofobia, el franquismo y el machismo por parte de unos. Con alquilar mujeres y vender bebés por parte de otros. Con visitas y contactos a una de las dictaduras más bárbaras que asola el mundo como es la de Venezuela.

Yo creo que ya está bien de que nos roben. Más que el dinero, la dignidad. Y espero que sea pronto, porque si algo podemos aprender de la historia es que cuando la ley no funciona, las personas buscan justicia.







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