Confluencia venía de confluir

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Pilar Rivas y Marta Gutiérrez | Foto: Archivo GD
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Confluencia viene de confluir, pero esta cuestión semántica se ha convertido en el seno de Vamos Granada dos años y medio después de las elecciones municipales de 2015 en todo lo contrario. Así que a día de hoy, y a dieciocho meses de los próximos comicios que renovarán la corporación municipal de Granada, tenemos tres concejales de Podemos que no se hablan entre sí y que cuando se refieren a sus ex compañeros emplean términos no verbalizados si la referencia fuese respecto a ediles de otros grupos políticos en las antípodas por ideología y práctica.

Pues en esto ha derivado Podemos en Granada. Un concejal de otro partido, comentando la vicisitud, sentenciaba: "¡Y todavía no han tocado poder...!" Venían para aportar un soplo de aire fresco, para acabar con los malos hábitos de una 'profesionalización' -en el peor sentido de la palabra 'profesional'- que se había apoderado de la política en España, para conectar con los verdaderos problemas cotidianos de la gente, del pueblo, por utilizar una palabra en desuso pero muy usada en los tiempos de la transición. Eran los 'indignados' en los tiempos de máximas razones para la indignación.

En Granada, con esta rencilla que rompe el grupo. En España, con su ambigüedad en la crisis catalana pese a que era una formación por estrenar, sin complejos ni los supuestos débitos que la izquierda tradicional cree tener con los nacionalistas. Y así va a acabar la cosa: Vamos Granada se formó con Podemos, Equo y alguna otra confluencia más. Frente a la 'Asamblea Polivalente', aquel conglomerado de la izquierda extraparlamentaria que reunía más siglas que militantes y votos, estos de Podemos y sus confluencias lograron ilusionar a una buena parte del electorado no solo de izquierdas y alcanzaron en un solo día más apoyo que aquella ilusoria Izquierda Unida que durante años Julio Anguita se encargaba de desunir.

A mitad de camino, en lo que respecta a Granada cada cual va por su lado en una crisis que estalla en el Ayuntamiento como traslación de un conflicto que arranca más atrás y afecta a toda la provincia. Primero descabalgaron a la portavoz, pero la herencia de la portavocía es objeto a su vez de otra querella que se traslada al salón de plenos, donde nunca debe llegar el conflicto interno de un partido. Y así, debatiendo, discutiendo nos trasladan a una asamblea de facultad de aquellas de los años 70 que nunca terminaban ni se decidía nada. Con su derivada en la Diputación y sus difíciles equilibrios. En lo que allí respecta la formación de Pablo Iglesias tampoco es un ejemplo de unidad.

Podría decirse lo de las parejas rotas que tratan de evocar en qué momento se nos rompió el amor de tanto usarlo, pero como aquí son tres pues... La solución, en 2019, cuando el electorado habrá tomado nota. Un electorado que suele desconfiar de quienes no son capaces de entenderse entre ellos ni poner orden en la propia casa.







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