Cerca de 12.500 personas en Granada están diagnosticadas con Alzheimer u otra demencia senil

Alrededor del 10% de los afectados por la enfermedad tienen menos de 65 años

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Imagen ilustrativa de una persona con Alzheimer | Autor: Archivo GD
Ángela Gómez
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Se la conoce como la enfermedad del olvido y afecta al cerebro de forma degenerativa. Se caracteriza por la continua pérdida de la capacidad de pensar y de recordar la información acumulada durante años. Esa es la forma breve, fría y simple, de describir la enfermedad, porque el Alzheimer es un huracán que cuando entra en casa, difícilmente no afecta a toda la familia que convive con el enfermo que, en el 40% de los casos, se vuelve dependiente total.

Eso es algo que bien conoce Paqui, una granadina que, con dolor, ve como esta enfermedad se ha adueñado de su padre. Él tiene 76 años y hace tres le diagnosticaron Alzheimer, y va al galope. “Es muy duro ver cómo tu padre se encoje de hombros cuando le preguntas si sabe quién eres”, asegura Paqui. Y no sólo es la falta de memoria lo que ha hecho que la vida de esta familia haya cambiado de forma radical. “Es todo, le falta coherencia y se vuelve agresivo, y es algo difícil de controlar”, afirma con tristeza.

El padre de Paqui lleva cinco meses acudiendo a un centro de día, que le cuesta 870 euros mensuales. “El problema viene cuando el vehículo lo trae de vuelta a casa. Se niega a bajar del vehículo y se pone violento, pegando patadas y puñetazos. Por eso, hemos contratado a un joven, más fuerte físicamente, que es capaz de controlarlo para que lo baje de la furgoneta, lo suba a casa y lo cambie de ropa porque es otro de los momentos en los que se niega y empieza a dar golpes”, explica esta mujer. “Creo que es de las cosas más duras que he vivido en mi vida”, apostilla.

Esta familia está pendiente de la aportación que puedan darle desde la Ley de Dependencia. “Llevamos dos años ya a la espera”, asegura.

ENFERMOS MÁS JÓVENES

En Granada actualmente existen más de 12.500 personas diagnosticadas con esta enfermedad y otras relacionadas con la demencia senil, aunque la cifra real podría ser mayor por la falta de diagnóstico, por el retraso en la visita al médico del propio paciente o por el retraso en las pruebas.

La mayor longevidad de la población ha originado que un 7 % de los mayores de 65 años presente algún tipo de demencia, cifra que se duplica en los mayores de 80 años. La enfermedad de Alzheimer constituye la primera causa de demencia en los países desarrollados y afecta a la memoria, el pensamiento, la emotividad y el comportamiento. Su incidencia aumenta con la edad, sobre todo a partir de los 60 años. En Andalucía, afecta a más de 95.000 personas. Pero la enfermedad ya no es un problema que solo afecte a ancianos dado que según Fegrafa, en Granada el 10% de los afectados de Alzheimer tendría menos de 65 años.

FASES DEL ALZHEIMER

La evolución del Alzheimer es imprevisible, única en cada caso. Pero sí que existen tres etapas básicas por las que pasa todo enfermo.

En la etapa temprana, que puede durar años, la persona experimenta pequeños fallos de memoria como olvidar el lugar donde se colocan objetos de uso diario o incluso puede llegar a extraviarse, aunque la persona sigue funcionando de forma independiente.

En la segunda fase, a medida que la demencia progresa y se agrava la condición de la persona, aumentará el nivel de dependencia. Los síntomas predominantes son una disminución de la memoria reciente, desorientación temporal y espacial y problemas con el lenguaje. Al enfermo le cuesta mantener conversaciones, tiene dificultades para terminar las frases y para diferenciar y relacionar conceptos.

En la fase más severa del Alzheimer, que puede durar desde varias semanas hasta varios años, el enfermo depende enteramente de su cuidador. La persona sufre desorientación, dificultad para comprender lo que ocurre a su alrededor, incapacidad para reconocer a las personas, problemas para tragar correctamente, descontrol de sus esfínteres y problemas de movilidad. El enfermo puede gritar, llorar, agredir al cuidador física o verbalmente, o pasar por periodos de inapetencia a la hora de comer, así como experimentar rigidez y mutismo







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